Si lo pensamos a conciencia, puede que todos tengamos alguna manía, ya sea con el orden, con la vestimenta, lo que comemos, o alguna forma de hacer algo sistemáticamente que podría ser de lo más normal para nosotros, y resultar incluso incómodo para los demás.
¿Pero cuál es la frontera entre una «maña» y una obsesión, que podría ser síntoma del Trastorno Obsesivo Compulsivo?
Los profesionales de la salud mental sostienen que las manías son comunes, humanas y naturales e incluso tienen funciones adaptativas, ya que en muchos casos nos permiten centrarnos en nuestros procesos y rutinas y así formar hábitos.
Otro de sus beneficios, es que pueden ser una buena válvula de escape para la ansiedad ya que al poner en marcha la actividad que nos represente una manía como acomodar las cosas por color o acomodar los muebles de cierta forma, puede hacer que lejos de tener pensamientos ansiosos, nos concentremos en nuestra manía.
También pueden estimular nuestra actividad cerebral, hay personas que tienen la manía de aprenderse las matrículas de los vehículos, los números telefónicos, leer las etiquetas de las bebidas y alimentos, o bien, hacer operaciones lógicas para memorizarlas, esto es de gran beneficio ya que ayuda a estimular el cerebro.
Ahora, ¿en qué momento una manía se vuelve peligrosa?
En el momento en el que las dejamos crecer hasta que nos imposibilitan de realizar alguna otra actividad o bien, dejar de hacerlas nos genera ansiedad o algún otro malestar, ya sea físico o emocional. En ese momento es fundamental compartir cómo nos sentimos con amigos o familiares y buscar ayuda profesional.
Recuerden que al igual que un buen estado físico, cuidar nuestras emociones y nuestro estado psicológico es fundamental para una vida en equilibrio.