Por M. Tuda.
Leía un poco del arquitecto Bernard Rudofsky, me gustaba mucho una línea que, parafraseando, decía lo siguiente: “…aquellas personas que disfrutan de los lugares oscuros, se debe a una gran cantidad de luz interior…”
¿Qué tanta luz poseemos, como seres humanos, para poder disfrutar las altas horas de la noche? ¿Cuánta luz se necesita para encontrar paz cuando no hay otra cosa? Hay mucho autores que se me vienen a la cabeza respecto al tema, pero creo que al final lo mejor de la oscuridad, es vivirla en carne propia.
“Sólo íntima comunión con la soledad puede el hombre conocerse a sí mismo… “ Escribe el arquitecto Luis Barragán. ¿Qué tan ligados están estos dos conceptos? Oscuridad y soledad. ¿Qué otros conceptos o ideas están ligadas?
Analizando en forma personal la frase de Luis Barragán, uno puede llegar a pensar en la soledad como un refugio, un resguardo. Me gusta pensar en la soledad no como un estado de desesperación, extrema tristeza o angustia, sino en los momentos en los que uno puede enfrentarse consigo mismo y a las cosas en las que uno cree, desde nuestros antepasados, hasta Dios. La soledad viene de la mano con otro concepto sumamente importante: la nostalgia.
La soledad puede ser un momento, pero creo de igual forma que la soledad puede ser un lugar. No sabría dar una fórmula o receta para encontrarlos, sólo sé en mi memoria algunos atados a mi pasado. La bodega de la farmacia de mi abuela, o el jardín de mi casa, lugares donde principalmente habita la oscuridad.
A la oscuridad podemos definirla estrictamente como la ausencia de luz. La oscuridad es claramente un fenómeno lumínico que afecta principalmente al ojo, sin embargo la potencia que tiene sobre los otros sentidos es aún mayor. Me atrevo a decir que la luz no se ve, se siente, se escucha, se huele. Los ojos luchan constantemente tratando de encontrar figuras, formas lógicas a lo que pobremente perciben. Sin embargo no se vive en los plenos sentidos hasta que el ojo se rinde. La oscuridad realza la belleza. La verdadera oscuridad transmite paz, no miedo.
En la oscuridad no hay monstruos, sino nosotros; no hay fantasmas, hay recuerdos. El arquitecto finés Juhani Pallasmaa tiene un texto, que me emociona mucho, hablando de la oscuridad y menciona que “El ojo es el órgano de la distancia y de la separación, mientras que el tacto lo es de la cercanía, la intimidad y el afecto… Durante experiencias emocionales abrumadoras… cerramos los ojos, cuando soñamos, cuando escuchamos música o acariciamos a nuestros seres queridos. Las sombras profundas y la oscuridad son fundamentales, pues atenúan la nitidez de la visión, hacen que la profundidad y la distancia sean ambiguas e invitan a la visión periférica inconsciente y a la fantasía táctil.”
La oscuridad, a través del tacto, nos ayuda a descubrir lugares donde los ojos no llegan; a descubrir texturas , que no tendrán imágenes. Estos lugares de soledad y de oscuridad han sido grandes herramientas para autores, arquitectos y artistas. Muchos en casa.
A eso los invito con este texto, a encontrar esa soledad tan anhelada por tantos, a encontrar en casa esa paz y belleza que tanto necesita no sólo el mundo en este momento, sino uno mismo. Encontrar en la sombras de los objetos comunes a nosotros mismos, sacar lo mejor, conocernos en íntima y profunda soledad. Disfrutarnos con todo y fantasmas encontrando un rincón donde nuestra luz sea suficiente.