Como si el país no atravesara suficientes problemas ahora mismo, desde el punto de vista político, económico y de acceso a los servicios y productos básicos, se suma hoy la emergencia global en la que se ha transformado el Coronavirus.
El juego político que se ha extendido entre el presidente (E) Juan Guiadó y el usurpador, Nicolás Maduro, desde hace poco más de un año, quedó neutralizado en este nuevo escenario. Las condiciones permiten escuchar una sola voz cantante, la que pareciera que no se ha callado nunca, la del régimen dictatorial, opresor y mentiroso, la de Nicolás Maduro.
Es difícil escuchar dos indicaciones y, más difícil aún, gobernar y manejar correctamente la información que amerita el COVID-19. Desde las Redes Sociales, por tanto, quedan los medios tradicionales y las cadenas nacionales a las que no tiene acceso el Parlamento Nacional.
Tiempo después de que el virus había llegado a varios países de la región, Maduro decidió salir a declarar el 10 de marzo para decir que en Venezuela no había ningún caso, pero que como prevención declaraba suspensión de actividades escolares. Dos días más tarde, el 12 de marzo, La Vicepresidenta Delcy Rodríguez, confirmaba los dos primeros infectados que se encontraban en Caracas y se tomaban otras medidas como suspensión de algunos vuelos, de actividades multitudinarias, visitas a parques y museos.
Si Europa no está preparada para lo que estamos viviendo, Venezuela está años luz más alejada de poder enfrentar lo que se viene para América Latina en los próximos días. Ante esta situación que pide humanidad y solidaridad mundial, lo primero que hizo el régimen de Nicolás Maduro, fue intentar dos maniobras políticas. Por una parte, después de mantener años de duras críticas en contra del Fondo Monetario Internacional por considerarlo una institución “al servicio del imperio”, lo primero que hizo fue solicitar a dicha institución un préstamo por 5millones de dólares “para hacer frente a la emergencia”, lo cual fue, como era de esperarse, negado. La segunda maniobra fue solicitar que fueran levantadas las sanciones que tiene impuestas Estados Unidos a los esbirros del régimen, otra petición inviable. Dos solicitudes que lejos de buscar enfrentar el COVID-19, perseguían oxígeno político.
Una vez que se le fueron negadas estas dos opciones, en cadena nacional, la vicepresidenta, solicitaba a la Organización Mundial de la Salud ayuda humanitaria. Misma que fue exigida tantas veces por la oposición y negada su entrada. Es decir, apenas iniciando el brote, el régimen de Maduro reconoce que no está listo para enfrentarlo porque el sistema de salud venezolano lleva años en mengua, enfrentándose ahora mismo, y perdiendo la batalla, en contra de enfermedades como el paludismo, la tuberculosis o el dengue, eso por no irme a cuadros más críticos como el VIH, la diabetes o el cáncer que no tienen insumos para ser tratadas. Durante los últimos años los profesionales de la salud han mantenido una denuncia constante de las condiciones en las que se encuentran los centros médicos y no se ha hecho nada por resolverlo.
La poca información que se tenía del virus, cuando se dieron a conocer los primeros casos en China, ha sido una de las razones por la cual esto se está yendo de las manos de muchos países, porque una y otra vez mucha gente repetía “no hay que entra en pánico, es una gripe común”. Y el resultado ha sido que el mundo se enfrenta a una pandemia que tiene en serios problemas a países como España, Italia, Estados Unidos y Alemania.
Venezuela va reprobada incluso en la primera y más básica recomendación para hacerle frente al virus “lavarse las manos”. Hace muchos años el agua no llega a las casas de forma normal, además con frecuencia se va la luz y el abasto de comida es demasiado complicado para la gran mayoría de la población que vive al día, elementos básicos para hacerle frente a la cuarentena. Como si esto no fuera suficientemente frustrante, imaginen el calvario que viven los venezolanos con el peor servicio de internet de la región.
Lo más preocupante de este escenario es que el régimen de Maduro, como cualquier dictadura que quiere mantenerse en el poder, esconde números, maquilla cifras y oculta la verdad. Los venezolanos y el mundo, no tenemos la seguridad de que los casos reportados hoy, sean números reales, tampoco sabemos si ya contamos con el primer muerto a casusa del virus, pero lo que sí sabemos es que tenemos tres asesinados en la colonia 23 de Enero de Caracas, a manos de los colectivos (grupos ilegales armados protegidos por el chavismo) que se han atribuido el poder de asesinar al que no cumpla sus órdenes.
El COVID-19 es una pesadilla para el mundo entero y para los venezolanos una angustia eterna, tanto para los que están dentro como para los que están fuera del país, pues, imaginar un familiar contagiado en el contexto de escasez de insumos, es casi una sentencia de muerte. El último censo nacional publicó que en el país éramos unos 30millones de habitantes, de los cuales, aproximadamente 4millones estamos fuera (de los que hemos contado). El coronavirus tiene grandes posibilidades de mermar el número de coterráneos en el territorio nacional lo que compromete aún más, si esto se pudiera, las capacidades de Maduro en el poder. El chavismo es la peor enfermedad que nos ha tocado enfrentar porque lleva años matándonos o expulsándonos, en realidad, ellos son el coronavirus venezolano. Si salimos aireados, de alguna manera, habrá sido un milagro, porque la realidad nos indica que vamos por mal camino.