Por Anahí Lima.
El mes de marzo se ha sentido como la suma total de varios años, pues fue apenas hace unas semanas que el discurso nacional se centraba en las movilizaciones de mujeres para hacer frente a la violencia de género. La Diana Cazadora de rojo y las calles de morado; ruido total o un silencio inquietante. La llegada del COVID-19 al país y el aumento en los contagios obligó al gobierno federal a establecer políticas de sana distancia que regresaron a los menores a casa. Asimismo, cada vez son más las empresas privadas que han declarado un alto casi total a sus actividades. Bastaron sólo unos días para que las mujeres, una vez más, readquirieran un papel secundario. Pero aunque la lucha deje de ser comentada, sigue siendo peleada.
La ONU Mujeres liberó un comunicado advirtiéndonos que el impacto de la crisis sanitaria afecta de forma distinta a hombres y mujeres, especialmente en la región de América Latina. Entre las situaciones de riesgo señaladas en el informe, es imposible ignorar el inminente incremento en violencia doméstica. Ante la posibilidad de estar toda la familia en casa, las tensiones aumentan y las oportunidades de escapar de una realidad violenta disminuyen. El impacto financiero de la crisis dentro del hogar también puede generar barreras en este proceso. Medios de comunicación y colectivas feministas han difundido algunas alternativas para brindar protección a las víctimas de violencia doméstica durante la cuarentena. Sin embargo, cabe recordar que en México la violencia se ha convertido en una dinámica característica de las relaciones en los hogares; aunado al hecho de que ni siquiera existen cifras claras y contundentes que nos permitan hacer un análisis completo de la problemática.
Las dos formas principales que componen datos estadísticos sobre violencia doméstica son los registros administrativos y las encuestas. Por un lado, en los registros administrativos es posible contabilizar únicamente a las víctimas que solicitaron algún servicio médico o legal para enfrentar su situación de violencia. Las Entidades Federativas son las encargadas de reportar estas cifras ante el INEGI. Por tanto, a través de este medio no hay manera de tomar en cuenta a las mujeres que aún no han podido hacer frente a su situación y nos deja en la imposibilidad de hacer un conteo real de los hogares en los que se ejerce violencia de manera activa. En el caso de las encuestas, la única con enfoque específico a los hogares es la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), cuya última actualización fue en 2016. El evidente incremento en feminicidios durante los últimos años nos deja inquietos considerando que el registro de datos está por tornarse obsoleto.
Se ha dicho muchas veces que el feminicidio es la expresión máxima de la violencia de género, seguida por agresiones físicas y sexuales; pero debajo de todas estas manifestaciones existe una violencia silenciosa, casi invisible al ojo mexicano, en donde el chantaje emocional, las humillaciones, gritos e insultos no son considerados parte del problema. La crisis pandémica representa un amenaza para distintos sectores del país. Es importante no dejar de lado a las mujeres, que además de las repercusiones económicas y de salud, deben hacer frente día con día a un país machista.