Por: Karina Vera
“Three mothers. Three gods. The devil. Mater Tenerbarum, Mater Lachrymarum and Mater Suspiriorum. Darkness, tears and sighs”. Suspiria, 2018
Colores, sangre y cuadros brillantes, es lo primero que se me viene a la mente cuando escucho Suspiria de Argento (1977). Porque el miedo también puede venir en la belleza, esta película logra una completa comunión entre el horror y la perfección.
Hablar del terror, por antonomasia, remonta a lugares lúgubres, muertos, monstruos, pero muy pocas veces a la luz, porque nadie se esconde de ella; no hay un lugar iluminado en donde existan secretos y justo es ahí donde Suspiria se instala, pues nunca te lo revela todo; ante los ojos de Suzy, se esconde la verdad que es casi obvia.
Una bailarina que llega a Alemania para poder estudiar en la mejor escuela de ballet, con las mejores profesoras, buscando el sueño de pertenecer a la elite, ya que no cualquiera es capaz de llegar hasta donde ella lo hace. Pero ese día, mientras Suzy da inicio a su sueño, se termina el de alguien más. Una chica perturbada que sale huyendo de la escuela, aterrada por lo que ve, pero que nadie más logra darse cuenta. El secreto de nuevo está ante los ojos de los de todos, pero se niegan a notarlo, es apenas el comienzo.
Rojo, todo es rojo. ¿Es acaso un augurio de lo está por suceder? En términos generales, hablar de Suspiria, es hablar de colores, de imagen; la maestría que Luciano Tovoli muestra en cada secuencia, donde la imagen jamás es una ilustración, es el todo, en la forma está el contenido y no viceversa, pero el sonido, no siempre plagado de diálogos, sino que está equilibrado en los silencios que lo dicen todo, en el miedo, el terror no sólo se demuestra con gritos, sino con lo que no escucha hasta que se pone atención. ¿Una respiración, un susurro, un murmullo? Tal vez todo al mismo tiempo, es esa sensación de alguien hablando detrás de tu cuello lo que te hace estremecer.
En esta escuela, hecha por y para mujeres, el matriarcado es ley. La autoridad, representada por Madame Blanc, quien está a la cabeza de la escuela y como la mayoría de figuras de autoridad, intimida, no sólo por lo que representa, sino que también desde siempre se sabe que hay algo en ella que es distinto. No sólo es sofisticación e inteligencia, también orden, respeto, es todo aquello que nos asusta, porque las mujeres con poder siempre dan miedo, por eso es una bruja; por eso, en esa institución, todo el poder lo tienen ellas, no hay hombres, y si los hay, sólo son subordinados, porque las mujeres se revelan ante lo que está establecido. También por ello, es una mujer quien termina con un sistema arcaico y logra, desde la cenizas, erguir uno completamente nuevo.
Y Suzy, luego de terminar con la bruja más grande, se convierte en una; tal vez no de manera literal, pero jamás verá el mundo de la misma manera a cuando entró por primera vez en esa escuela. El pensamiento cambia, al igual que su inocencia y su ingenuidad, ya que de alguna manera, las brujas se quedan con ella.
En esta película de brujas, dirigida por Dario Argento, las mujeres tienen el papel principal. La imagen y el sonido son mucho más sugerentes que los diálogos. Suspiria es imagen, Suspiria es sonido; es lo que el cine siempre debe ser, con cuadros que se quedan siempre en la cabeza del espectador, con la música, pero sobretodo, con el conjunto de elementos que la posicionan como un film importante en la historia del cine de terror.