Algo tienen los sábados que en últimas fechas se han convertido en los mejores momentos para dar noticias poco halagadoras. La de este 4 de abril del 2020 llegó en forma de alerta al móvil: Aute dejaba de latir. A los 76 años Luis Eduardo Aute, considerado un patrimonio de la cultura española le daba la última bocanada a este mundo.
Joaquín Sabina escribió en una de sus más recientes entregas -Lo Niego Todo- que desdeñaba ser el Dylan español. Quizá, en el fondo sabia que ese título le pertenecía a un artista que, sin tanto show mediático de por medio (así como el Nobel de Literatura 2016), supo combinar una prodigiosa voz, con esa melancolía que necesitaban letras que calaran.
Tu hambre fecunda peces
Que se multiplican como deseos de humedad
En el múltiple pan de mi cuerpo.
Que se multiplican como deseos de humedad
En el múltiple pan de mi cuerpo.
Cada vez que me amas,
Es un milagro.
Es un milagro.
-Cada vez que me amas, Aute, 1987-
El nacido en Filipinas se forjó como pintor, cineasta y escritor. Quizá por eso su prosa, tan asertiva, ha logrado saltar de generación en generación. Si bien sus primeras creaciones datan de un 1965 cuando conoce la música, precisamente de Bob Dylan, en el 2020 las letras autianas que le cantan a un amor puro y que se ve con buenos ojos, son necesarias para recobrar esa fe en un sentimiento que amenaza perderse en la modernidad líquida.
Christina Rosenvinge ha definido a Aute como el «caballero fundador de la orden de la melancolía». Pero la melancolía que propone el filipino-español nos da esperanzas.
No es ese canto de reproche hacia un sentimiento que, sin dudarlo, se necesita a cada paso que damos.
Allá por el 93, Aute lanzó una propuesta…hay que bajarle el ritmo. Hagámoslo despacio. Suave. Una canción hecha al compás de una década que pintaba para ser vertiginosa y se empezaba a erigir como una montaña rusa.
Y aunque Luis Eduardo siempre renegó de la lírica musical y se sintió más pintor, logró trazos musicales que dejaron una escuela a la que muchos recurrieron.