Por Bruno Gasi.
Todos recordamos la grotesca interpretación que definiría su carrera. Sobrepasar los límites del cine comercial Hollywoodense en palabras breves — si consideramos el repudio a la fama que lo caracterizaba — es algo inédito. En un abrir y cerrar de ojos, se convertiría en un mito.
Después de su muerte, polémica y misteriosa, todo aquello cultivado a través de los años se revelaba ante los ojos del mundo. Al otro lado de la actuación se escondía el rompecabezas que lo definiría como artista polifacético, incesante y, sobre todo, desenfadado.
Resistiendo a encajar en los cánones convencionales — estándares terrenales del mundo en donde se desenvolvía – podemos acercarnos a cierta sensibilidad y evolución creativa a través de su papel menos conocido, todavía muy limitado: el de fotógrafo.
Atraído por la composición simple y seducido por el mínimo detalle. No es difícil deducir que la gente más cercana lo recuerde con una cámara merodeando. Según Saul Frank, su principal proveedor de artilugios, buscaba cierta complejidad en la mecánica, algo que desafiara los límites de su creatividad sin descuidar su visión simplista.
Fue en la abstracción fotográfica, usualmente intervenida con marcadores, pinturas y barnices, en donde se reflejaron las mismas cualidades expresivas que poseía como actor. Toques salvajes de estética particular. El material disponible es escaso pero conciso; un trabajo que sin dudarlo permanecerá siempre en la memoria colectiva. Hoy, Heath Ledger cumpliría 41 años.