Los detalles de los objetos encerrados

57

Por M. Tuda

Escuchaba la semana pasada en una video conferencia a la arquitecta Gabriela Carrillo. Decía que en su vida una de las emociones más importantes es la sorpresa.

¿Qué tan fácil es encontrar sorpresas cuando estamos encerrados todos los días? ¿Cómo encontrar sorpresas cuando vemos los mismos rostros? ¿Qué sorpresas puede encontrar uno en las días que pasan como agua?

Ver un objeto durante mucho tiempo nos hace darnos cuenta de diferentes cosas, de sus cambios, de su naturaleza, sus orígenes, sus historias. Tenemos la fortuna de que los objetos no hablen como nosotros, de que tengan otro lenguaje.

Si ves un objeto siempre desde el mismo punto puede llegar a aburrirte y algo que parecía extraordinario se convierte en piedra, no respira, no se mueve, solo está. Pero, ¿si giras la cabeza un poco? ¿Si lo colocas en un sitio diferente? ¿Si dejas que tome el sol?

Los objetos existen en 3 dimensiones, tienen formas variadas y están hechos de diferentes materiales. Un libro tiene 6 caras, 2 frentes y 4 lomos. ¿Cuántas caras tendrán todos los objetos que no conocemos? ¿Cuántas caras tenemos nosotros?

Creo que me estoy metiendo con preguntas complejas o sin respuesta alguna, pero creo que es importante la inquietud dentro de la quietud. ¿Cuántas diferentes formas de ver un objeto existen? Me encanta poder decir: “no lo sé” creo que nadie lo sabe.

He ahí la maravilla de poder tener ojos, cabeza, pies. Las sorpresas están en todos lados, frente a nosotros, o incluso debajo. Creo que uno de nuestros peores errores es subestimar a los objetos, pensar que su función es ocupar un punto en el espacio. Todos los objetos tienen historias, recuerdos, sólo hay que saber leerlos.

Estoy sentado frente a un librero, el cual tiene una extrañar en una de sus puertas ¿cuántas horas ha sido ignorada la inicial de una de las personas que viven en la casa? Veo libros, en uno de ellos encontré una flor, que había guardado mi madre. ¿Una de cuantos? Libros de mis padres, libros de mi infancia, esperas de luz, cuadros que llegaron alguna vez a casa.

Recargo mis ojos a mis propios libros, de mujeres y hombres con vidas extraordinarias, los cuales, muchos de ellos supieron leer los propios detalles que los definieron, en los pequeños objetos que los acompañan. Qué maravilloso es encontrar un gesto en un objeto que te retome a otros tiempos, olores, texturas.

¿Qué tan bien conocemos nuestras objetos? Me atrevo a decir que poco.

Peter Zumthor, arquitecto suizo, dice que un objeto tiene el poder de convertir una cueva en una capilla. Liberemos su espíritu, todo objeto tiene un peso, es momento de encontrarles un valor, bajo la luz de los recuerdos. Un objeto tiene mayor poder para describirnos que las palabras. ¿Qué objetos nos describen entonces?

No, no estamos solos. Tenemos todos nuestros recuerdos, tenemos todas las historias que narran los objetos. Sólo es cuestión de ponerlos a la luz.