Mirándonos, sin la mirada del otro

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Por Giselle Kuri.

Trivias para determinar quién soy en tiempos de pandemia. Infinitos retos en Instagram. Videollamadas con amigos que hacía años no frecuentaba. Ejercicio y una variedad gozosa de actividades y hobbies para llenar el tiempo. Estas son algunas de las prácticas que ahora llenan el cotidiano de mis días.

En este periodo de cuarentena extendida, hay quienes nos hemos encontrado expuestos a una realidad poco cotidiana en nuestro universo: el tiempo libre. No me refiero a esas horas de esparcimiento al llegar de trabajar en las que pides una pizza y te recuestas en tu cama a ver una serie. Sino a ese momento en el que, después de echarte 6 capítulos de la serie en turno y aún siendo las 3:00pm, te preguntas: ¿Ahora qué hago?

Para la cultura mexicana, donde la fiesta, las amistades, la familia y el entorno social son parte del día a día (digo, por algo existe el Guadalupe–Reyes), saber que esa interacción social está condicionada y limitada genera automáticamente una reacción de sorpresa, confusión y ansiedad.

Para quienes estamos enfrentando el desempleo, para quienes acostumbran tener diversos escapes para alejarse de familias en las que sienten que no pertenecen y para quienes gustan de vivir sobresaturados para evadir a toda costa la sensación de estar solos, al escuchar que se alarga la cuarentena temblamos como al oír el nombre de Mufasa (uuuuh, Mufasa).

Cuando estamos expuestos ante el mundo, solemos construir una imagen de quienes somos, ya sea en el entorno digital o en el espacio real. ¿Pero qué pasa cuando no está la mirada del otro para juzgar nuestro peinado, nuestro peso, nuestros gustos y compartir nuestros chistes?, ¿quién me da respuestas? Si estoy sólo yo conmigo, ¿qué procede?, ¿quién me ayuda?, ¿quién podrá salvarme? De pronto da pánico contestar: Yo.

Entramos en un círculo vicioso en el que queremos llenar nuestro tiempo para no angustiarnos por pensar en toda la incertidumbre que inunda nuestro entorno. Pero al llenarlo con noticias, con actividades banales y con redes sociales, nos sentimos aún más angustiados. Un estudio de la Universidad de Pittsburgh comprobó que si nuestros hábitos en redes sociales detonan emociones negativas, inmediatamente nuestro sentimiento de aislamiento se incrementa en un 13%. Después de horas de tener los ojos pegados a la pantalla, de haber mandado 14 tuits rabiosos en respuesta a declaraciones que nos parecen patéticas y de descubrir nuevas recetas de cocina vegana, uno se pregunta: ¿Y ‘ora qué sigue?

En estos días, recordé que la privacidad es un lujo, pero también noté que aprender a estar contigo mismo, 24/7, saca a relucir nuestros demonios, nuestros talentos y nuestros deseos.  En 1660, Blaise Pascal, un prodigioso físico francés dijo que “todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad de sentarnos en silencio, solos en una habitación.” ¿Será que 400 años después lo volvemos a confirmar?

La mecánica mundial nos ha enseñado que el tiempo libre es tiempo en el que no estamos produciendo, y si no estamos produciendo, no estamos aportando y, por lo tanto, somos inservibles. Para quienes tenemos el privilegio de estar en casa, desafiando ese constructo social, dándonos tiempo para cocinar, para ver el techo mientras pensamos, para escribir, para tomar aquellas clases que tanto tiempo habíamos deseado o para no hacer nada, este tiempo es una oportunidad para cuestionar si queremos dejar que nuestro mundo regrese a su prisa y normalidad cuando se aplane la curva. Habrá que reflexionar si estamos dispuestos a ignorar lo que hemos descubierto al mirar hacia dentro en estos días de aislamiento, o si nos urge volverlo a esconder bajo la alfombra.

Tal vez, en realidad, no somos como solemos presentarnos ante el mundo. Después de semanas de no maquillarme, me pregunto si más allá de sentirme bonita, estoy acosutmbrada a arreglarme para los demás. Puede ser que ya me haya cansado de aparentar allá afuera, o puede ser que sólo extraño la mirada del otro. No lo sé. Sólo sé que, terminando la pandemia, observaré con otros ojos.