Del amor y la telepresencia, el día que los besos volvieron a ser tabú

129
Fotografía por Karman Verdi.

Ayer mientras revisaba mi Instagram me encontré con una serie de imágenes del fotógrafo ruso Karman Verdi titulada “There are so many ghosts at my spot” y una de las fotografías llamó en especial mi atención. En ella aparece el artista en una especie de cena romántica con una chica, quien resulta no estar allí físicamente, sino proyectada en un muro. De inmediato pasó por mi mente una de las frases que crecí escuchando en el inglés particularmente pronunciado por mi abuela “Where there´s a will, there´s a way”, que bien podría traducirse al español con la famosa frase, “querer es poder”. 

La serie muestra situaciones de lo más común en la interacción de las parejas (exclusivas o no): charlas en la tina, una conversación en la cocina, el compartir la habitación mientras cada quien hace lo suyo. También aquellas que damos por sentadas muchas veces y que ahora parecen motivo de múltiples nostalgias, sobretodo entre quienes experimentan la pandemia en soledad: me refiero a la intimidad, aquella que involucra tantas cosas. 

Hace unos días el cantautor puertorriqueño Residente le regalaba al mundo siete minutos y 41 segundos de apasionados besos entre parejas de todo tipo y de todas partes del mundo para ilustrar su canción “Antes que el mundo se acabe”. Con ella, nos invita a no volver a la normalidad sino a empezar de nuevo. El video se comentó en medios y redes sociales como un mensaje de esperanza y sobre todo de revalorización de lo esencial. 

Hoy por la mañana ya con la idea en la cabeza de escribir este texto, me encontré con un artículo maravilloso en el New York Times: “¿Cómo será el primer beso pospandémico?” Cierra con un postulado que me resultó poderosísimo y que a la letra cito: 

“Seamos honestos, hay algo emocionante acerca de que los besos vuelvan a ser un tabú. Quizá eso es lo que necesitábamos.”

¿A qué voy con todas estas referencias?

A algo que se ha instalado en las conversaciones más comunes y más elevadas las últimas semanas y se resume así: ¿cómo cambiará la pandemia nuestras formas de relacionarnos?

Los últimos años habían visto diluirse paulatinamente los tabúes en torno a las relaciones y encuentros posibilitados por las aplicaciones y plataformas que a pesar de los temores por la inseguridad, la violencia y el riesgo de contraer alguna enfermedad de transmisión sexual, cada vez resultaban más una alternativa para los solteros (y no tanto). 

Además, el ejercicio libre de la sexualidad parecía encontrar en el sexting y el cibersexo una buena opción. No solamente en los casos en los que el contacto físico era limitado por la distancia o la disponibilidad de tiempo, sino también como una exploración de nuevas formas de obtener placer.

En el lado opuesto existía también la constante crítica hacia estos mecanismos entre quienes consideran que este tipo de prácticas hace que las personas lejos de profundizar en sus relaciones se conviertan en una especie de coleccionistas de experiencias que no llevan a nada. Pero ahora, la pandemia, nos ha colocado en un sitio, desde el que surgen nuevos análisis. 

Por una parte está el hecho que el confinamiento ha puesto las sensibilidades a flor de piel. El bombardeo con imágenes reales y también idealizadas de lo importante que es el contacto físico para los seres humanos pone el dedo en la llaga en aquellos corazones que antes de encerrarse no habían logrado encontrar a su media naranja. Como plantea Nayeema Raza, la autora del artículo del New York Times, el encierro intensifica las ansiedades, hace más visibles los conflictos y potencia los apasionamientos.

De acuerdo con estudios del Instituto Kinsey, Centro Especializado en la Sexualidad Humana, el aislamiento en solitario ha llevado a más personas a utilizar aplicaciones para conocer gente. Muchas con la finalidad de acompañarse emocional y sexualmente sin contacto físico. En algunos casos incluso con la promesa que una vez superada la pandemia, podrán entablar una relación en el mundo “real”. 

¿Cuánto tardará el contacto físico en volverse seguro de nuevo?. No hablamos ya de los riesgos del sexo sin protección, sino de los que ahora también implica lo que veníamos pensando como “simples besos”. Incluso los abrazos o un estrechón de manos.¿Serán suficientes los nuevos usos de la tecnología como para que podamos prescindir de él?

Aquí regreso a la serie fotográfica de Karman Verdi “Demasiados fantasmas en mi casa”. La pregunta es inevitable: ¿estaremos listos como humanidad para hacer del contacto físico un fantasma y convivir con hologramas? ¿Nos será alguna vez suficiente emocional y físicamente? 

Vuelvo también al video de Residente y las miles y miles de manifestaciones de añoranza y nostalgia por el toque humano que hemos visto circular en todos lados desde que apareció la Covid-19. Esas que apelan a nuestro ser más natural, al más primitivo, a la especie que antes de saber, explora y toca y siente. 

La fecha de término de la pandemia sigue siendo una interrogante que todos los días suma  más variables. Pero entre más tiempo pasa más me da por pensar que, en definitiva, en las páginas de esa nueva normalidad de la que tanto se habla, capítulos esenciales versarán sobre cómo un virus nos llevó a repensar las relaciones humanas.

¡Qué antiguo y qué vanguardista a la vez es pensar que los besos se vuelvan a convertir en tabú! Pero algo está claro y una vez más las palabras de mi abuela están llenas de razón: “Where there´s a will, there´s a way”… Ya nos las ingeniaremos.