El Coyoacán que ni Frida Kahlo podría haber imaginado: segunda parte

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Por Lupita Mejía, Sergio Hernández, Santiago Vázquez.

El caso de la extinta Librería El Parnaso, indiscutiblemente es un ejemplo del proceso anteriormente descrito. La librería abrió sus puertas desde 1980 por Sultán y Mauricio Achar, responsables de la creación de la Librería Gandhi en Miguel Angel de Quevedo; según palabras de Alejandra Hernández para El Universal, El Parnaso se diferenciaba de la mayoría de las librerías por su apertura y en el sentido estricto de la palabra “sacar los libros a la calle“. Este lugar durante su historia fue símbolo de cultura en la zona, lugar donde se llegaron a reunir personas como Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis entre muchos otros escritores.

Los problemas llegaron con la muerte de Mauricio Achar en el 2004 y el uso que la delegación pretendía darle al local; esto aunado a la poca demanda, la introducción de una cafetería sin los “permisos” adecuados, adeudos, robos, la cuarentena del H1N1 y llevar su nómina de 40 empleados en 1980 a 8 en el 2011, llevaron a este lugar a cerrar sus puertas en ese último año con la promesa futura, aún no lograda, de regresar. Actualmente, dicho local es uno de los tantos restaurantes de comida mexicana que existen en esa misma calle; a una cuadra se encuentra un Gandhi (Hernández, 2011). Debemos preguntarnos, ¿por qué es más fácil que un restaurante pueda subsistir en un Coyoacan actual, contra la librería de tradición? La búsqueda más simple podría ser en torno a  sus problemas financieros por los que atravesó la librería. 

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Vista de Google Street view a la antigua librería El Parnaso, ahora restaurante de comida mexicana. 

Como lo retoma Auge es más sencillo adaptar un no lugar a un espacio donde se pretende que múltiples culturas puedan convivir de forma fácil, rápida y que deje un beneficio económico constante. El restaurante toma la arquitectura original de la librería, la riqueza culinaria de México y las moldea para hacerlas un espacio aséptico, con cartas en español e inglés, ofreciendo platillos “típicos de la región” pero introduciendo mariscos al contexto ajeno a la zona (Auge,  s.f, pág 89).  

Una vez que el turista ha podido saciar su hambre por consumir la riqueza culinaria de México, buscará otra forma en cómo concluir su día de exploración, y disfrutar de la región “ajena” a éste. Conforme al sociólogo Urry, para hablar de los pseudoeventos, él los define como la forma de presentarles experiencias, diversión y un gran momento para llevarlos a experimentar la cultura desde la comodidad de su occidentalización ( Urry, pág 7). Ante esto la delegación ha creado el Tranvía turístico. Un carro revestido como un tranvía de época, a pesar de haber desaparecido la ruta de Coyoacán en 1953 (Aguirre,2015), donde los turistas pueden “vivir la experiencia de un tranvía  y adicionalmente ir escuchando las leyendas más famosas de las calles de la zona (Tranvía turístico, 2015). 

Retomando las necesidades del turista, los medios de acceso y transporte al espacio que desea explorar, son necesidades de las cuales el gobierno debe encargarse de garantizar su disponibilidad. Sin embargo,  existe un grave problema al convertir una zona habitacional en epicentro de grandes aglomeraciones de personas; el turista no puede visitar Coyoacán por transporte público, transporte de aplicación o por transporte privado, éste último se ha vuelto un problema de movilidad dentro de la zona por la disponibilidad de espacios de estacionamiento disponibles, lo cual trae consigo otro problema en la zona: los franeleros.  

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Imágenes del tranvía.

Con motivo de presentar una posible solución al problema de los franeleros en la zona, la alcaldía ha propuesto la implementación de parquímetros a lo largo de las calles del centro de Coyoacán, haciendo que los residentes levanten la voz en contra bajo el argumento de que dicha propuesta causaría más daño que soluciones a la zona; apuntando a una privatización de del espacio público y beneficiando al creciente número de negocios que ya inundan la zona. El problema con los franeleros en el centro de Coyoacán no es nuevo, mostrando crecimiento paralelo con el atractivo cultural de la zona que ha traído consigo un mayor número de negocios de todos los tamaños. 

Los residentes han expresado molestias con respecto a estos individuos, mismos que se han aprovechado del creciente flujo de turistas para “adueñarse” de espacios públicos demandando que se les pague por proporcionar un espacio de estacionamiento al igual que seguridad para el vehículo. Sin embargo, al proponerse la implementación de parquímetros, los residentes presentaron una mayor oposición bajo el argumento de que: “no van a favorecer a la población ni a evitar los franeleros […] por el contrario, van a promover el crecimiento sin control de los negocios como restaurantes y bares que son molestos para los colonos y terminan encareciendo el precio del suelo así como desplazando a los comercios de bajo impacto.” (Martínez, 2019). Si bien la llegada y crecimiento del tan remunerable negocio de los franeleros en Coyoacán, puede ser considerado como prueba suficiente de la exponencial comercialización de la zona, una perspectiva interesante es aquella de los residentes que, al ser presentados con una solución al problema, expresaron abiertamente que preferirían dejar las cosas como están a ayudar a pavimentar el camino para una comercialización aún mayor.

A pesar de los varios movimientos de oposición, muchos de los residentes aún encuentran dentro del turismo una significativa fuente de ingreso, lo cual ha permitido que Coyoacán se convierta en un espacio fértil para el crecimiento turístico desmedido: “Los residentes forman su actitud hacia el turismo mediante un análisis coste-beneficios basado en su percepción de los impactos del turismo” (Sánchez-Fernández, 2016). Jesús Aceves Gamundi, dueño del restaurante El Mesón de Santa Catarina, y vecino de la colonia expresa la importancia del turismo en la zona, recalcando una dependencia en los visitantes tanto nacionales como internacionales para el crecimiento económico de la zona (Martínez, 2019). 

La inauguración del centro comercial Oasis Coyoacán en el 2015 es un claro ejemplo de esta apertura a un turismo extranjero que busca hacer de su estancia una experiencia superficial. El centro comercial, como muchos otros, está repleto de franquicias y restaurantes con un diseño sobrio y variado pero sin relación a la historia o identidad cultural de Coyoacán. En palabras de Marc Auge: “Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar.” (Auge, 1992, pág 83). La aparición de estos “no lugares” marca claramente no solo la presencia de turistas tanto extranjeros como nacionales, sino la aceptación de la alcaldía de su dependencia hacia ellos, poniendo en primer plano la comodidad del turista; ofreciéndoles sitios familiares de comida y entretenimiento para el momento en que decidan alejarse un poco de su mimetización con los locales y regresar al confort de las franquicias americanas. 

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Imágenes y Google street view de Oasis Coyoacán.

La gentrificación de la colonia se puede tomar como resultado -o siquiera como paralelismo- de la actividad turística en la zona. Como un efecto dominó que comienza con un atractivo cultural y culmina con desplazamiento social, Coyoacán ha sido víctima de un flujo de nuevos habitantes atraídos por la popularidad de la zona. En un lamentable proceso que ha afectado a múltiples colonias de la ciudad, la identidad cultural de la zona y sus habitantes se mostró como una de gran atractividad para los jóvenes que empezaron a hacer de ésta su sede para reuniones y actividades. 

Verónica Crossa habla del centro histórico de Coyoacán y las diferentes plazas de la colonia casi poéticamente, describiendo como dentro de ellas se facilita una mezcla en donde los vecinos, ambulantes y artesanos interactúan entre ellos con una sensación de comunidad: “Parte de su atractivo yace en su ubicación: el centro histórico de Coyoacán, producto de múltiples historias, cada una de las cuales se ha superpuesto en la otra, y que han aportado elementos que permanecen en las representaciones del lugar” (Crossa, 2012). Y poco a poco, como fue explorado por O’Rourke en “Cannibal Tours”, el sector económico de la zona adquirió una dependencia hacia los visitantes que tomaron interés en sus costumbres y dinámicas, haciendo de éste un punto importante en el mapa turístico de cualquier extranjero buscando obtener un vistazo rápido de las tradiciones mexicanas.

Al darse cuenta de esto,  y tras un elaborado discurso bajo el nombre de “Programa Integral del Rescate del Centro Histórico de Coyoacán”, el gobierno se encargó de la limpieza y restauración de las instalaciones públicas de la zona con motivo de aumentar su valor y atraer la inversión del sector comercial (Crossa, 2012). El fenómeno de gentrificación recibe su nombre cuando, según el especialista Ignacio Ortíz: “un barrio, por sus características, se vuelve atractivo para un sector de ciudadanos, en principio con rentas más elevadas, que lo comienza a rehabilitar, a mudarse a sus edificios, a recuperarlo y en definitiva a modificarlo en su fisonomía urbana” (Lugo, 2020). Fue a través de este proceso que la colonia Coyoacán, terminó su dolorosa metamorfosis de un barrio con una identidad comunal acuñada por sus habitantes, a una de las grandes zonas de turismo superficial de la Ciudad de México; una zona exótica para disfrutar brevemente incluso por los mismos habitantes del país. Para tomar conciencia del lugar que ocupa Coyoacán en el imaginario colectivo de los ciudadanos no hace falta más que realizar una búsqueda rápida de Google y contar cuántos resultados vienen en inglés y como parte de organizaciones turísticas.