Por Arantxa Ramírez.
La música como forma de expresión es algo que nos conecta casi de manera instantánea. No hace falta procesarla como otro tipo de arte, ni siquiera entenderla, el cuerpo por sí sólo responde a lo que los oídos captan. El deceso de un creador es motivo para que el mundo esté de luto. Aunque se intente, una pieza se puede repetir, pero nunca igualar, de la misma manera con quien lo produce, nunca habrá un Schneider que entregue lo mismo.
Florian Schneider nació el 7 de abril de 1947 en Düsseldorf, Alemania. Desde temprana edad adquirió gusto por la música. Como estudiante fue parte de múltiples bandas, la primera llevaba el nombre de Pissoff, entrando en la escena de rock experimental. Posteriormente fundó el grupo Organisation junto a su colega Ralf Hütter, codo a codo sacarían los grandes éxitos de Kraftwerk formado en 1970.
“Descubrí que la flauta era demasiado limitada; pronto me compré un micrófono, luego unos altavoces, luego un aparato para hacer eco y finalmente un sintetizador. Sólo al cabo de mucho me desprendí de la flauta; aquello fue un proceso”, comentó el músico sobre los inicios de su producción.
Schneider tocaba la guitarra, la flauta y el violín. A veces procesaba los sonidos electrónicamente y fue así como se interesó por el género musical. Es para su cuarto álbum cuando Kraftwerk empieza a sonar de manera internacional. La música que producía el cuarteto constaba de sintetizadores, una marca personal en el sonido y letras que les dieron posición en los hit parades de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Los 4 álbumes siguientes se convirtieron en fuerte influencia de la música electrónica, se convirtieron en los padres synthpop; el género se convertiría en uno de los más importantes para los años 80. También marcaron pauta para el hiphop y otros géneros. Incluso David Bowie dedicó la canción V-2 Schneider del álbum Heroes al músico alemán.
Tristemente, Sony Berlín confirmó el día de ayer, 6 de mayo de 2020, el fallecimiento del artista en la batalla contra el cáncer a sus 73 años. Schneider será recordado como el pionero experimental que encaminó a toda una generación.