Por Palafox, M.
“Lo que hacemos en vida perdura en eternidad”.
Así nos da la bienvenida Ridley Scott a una obra maestra de la pantalla grande, más una manifestación de grandes momentos que ha formado en vida que una frase de apertura. Si hablamos de magia, él es creador; como un compositor de música que pone un tempo a cada imagen, cada historia, cada sensación.
Nuestro mago nos ha presentado íconos como Alien (1979) con Sigourney Weaver como Ellen Ripley al mando, hasta ahora una película emblemática como inolvidable; Blade Runner (1982) sin duda un hito visual o Thelma y Louise (1991) que nos inunda hasta los vellos de la piel; por último y no menos importante, The Martian (2015), por supuesto todas indudables sensaciones. Pero hoy, así como desde hace 20 años, le daremos el podio a nuestro Gladiador, un filme con tal grandeza que lo único que puede reafirmarlo son sus cuatro virtudes, “sabiduría, justicia, entereza y templanza”.
Russell Crowe nos mostró el alma de Máximo, la dejó tan expuesta que casi nos hizo creer que era suya. Se adueñó de ella y ahora siempre vivirá como una parte de él. Nos enseñó la belleza y la humanidad de una muerte digna, descubrió su lado oscuro en el rojo que corría entre sus dedos mientras cuerpos visitaban la tierra donde hubo lucha y no olvidaremos el suyo mismo cargado entre combatientes para rendir honor a su Roma, la Roma que les devolvió después de ser polvo y ceniza.
“Roma fue un sueño,
El sueño debe cumplirse,
Ahora somos libres,
Nos volveremos a ver,
Pero aún no,
Aún no.”
Las batallas, dolorosas en historia, las emociones plasmadas, conocidas en carne propia, la banda sonora – irrepetible en conexión – desde la entrada a la gran Ciudad, hasta la despedida entre campos de trigo. Ésta obra nos abraza y nos guía a otro siglo, nos convence de que podemos caminar entre su gente, saludar al Coliseo Romano y venerar las construcciones de piedra, mientras exploras los mercados y miras cielo abierto.
Gladiador es una transición de la barbarie, de la guerra en ignorancia, del bullicio retroalimentando en odio, a algo más elevado, a un estado de clarificación incluso para los cegados. Podemos verlo en la espada de nuestro senador Falco (David Shofield) así como en la de nuestro rey del entretenimiento Próximo (Oliver Reed), ambos impuros en pasado pero renovados en coraje.
Recordemos una vez más a nuestros héroes de carne y hueso, preparemos una buena taza de café para un buen día y celebremos en nombre de la historia que le dió un nuevo significado a estas dos décadas.