María Izquierdo: predecesora del surrealismo

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María Izquierdo Casasola 1941 Fotografía SINAFO, INAH 6155

Por María José Valencia E. 

María Cenobia Izquierdo Gutiérrez nació en San Juan de los Lagos, Jalisco, en 1902. Parte de su vida fue en Aguascalientes y Saltillo. Estuvo casada en dos ocasiones, una de ellas con el militar Cándido Posadas Izquierdo. En 1927, entró a la Academia de San Carlos y su primera exposición se realizó en el Palacio de Bellas Artes.

Madre de la corriente surrealista, María Izquierdo pintaba con colores intensos y brillantes. Se concentraba en elementos de la naturaleza y también hacía retratos con tonos que caracterizan la corriente de su obra. Su sello personal se sitúa en el balance que tenía al momento de proyectar lo mexicano y lo universal; una característica de época. Se nota por igual, una clara inspiración tomada de las obras del pintor Rufino Tamayo, con quien mantuvo una relación profesional y amorosa muy intensa, misma que terminó cuando el artista se casó.

Se le llama feminista debido a que la figura femenina es uno de los motivos más recurrentes en la pintura de Izquierdo, donde se puede apreciar un mensaje más allá de lo estético al momento de retratar a la mujer, obteniendo una significación metafísica, simbólica, existencial. Reflejando el rol social de la mujer en aquella época de una manera intensa y con fortaleza.

“Es un delito ser mujer y tener talento”, decía la pintora para reflejar el ambiente al que se enfrentaba diariamente al estar hombro con hombro de los muralistas de la época. El hecho de ser mujer la llevó a vivir varios episodios de machismo, como el momento en Izquierdo iba a ser la primera mujer en llevar su pincel hasta las paredes de un edificio de gobierno – como lo habían hecho en “los tres grandes” muralistas, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros – sin embargo, a pocos meses de que terminara el plazo fijado para la realización de la obra (diciembre de 1945) y sin explicación alguna, el funcionario le notificó que la obra destinada a dicho espacio no iba a poder ser. En compensación, le ofrecía los muros de cualquier escuela o mercado, espacios con menor importancia política. A esto fue lo que la feminista contestó: si no era ahí, no pintaría en otro lugar.

Con esta postura la pintora trataba, como lo había hecho ya antes, de definir su papel en el mercado del arte en México, defender su reputación y la calidad de su trabajo frente a quienes la desprestigiaban.

En febrero de 1945, cuando firmó el contrato con Rojo Gómez, por fin se consagraba en la gloriosa lista de los muralistas mexicanos, quienes conformaban un movimiento que colocaba a nuestro país en alto dentro del ámbito artístico internacional y ella fue la primera mujer en dicho listado.

Mujer, artista, mexicana y talentosa. María Izquierdo no es sólo un símbolo feminista, sino un gran personaje histórico a recordar y una figura de gran importancia para el arte de nuestra nación.