Del contagioso humor político al infeccioso humor denigrante

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FOTO DEL LIBRO "MIS CONFUSIONES, MEMORIAS DESMEMORIADAS" DE RIUS

Nestor Leandro Hernández

México ha tenido una gran tradición de humor político, comenzó mucho antes de la separación de la corona española, que había iniciado como folletos. Una vez consumada la independencia, México enfrentó serias dificultades para estructurar un sistema político, económico y social, debido a las constantes pugnas por el poder. Estos factores llevarían al surgimiento en la prensa de la caricatura con fines políticos. Donde la oposición criticaría los excesos no solo de gobernantes sino también de caciques y curas.

Uno de los primeros caricaturistas en México es el italiano Claudio Linati, quien, atraído por los procesos políticos de un país que recién había obtenido su independencia, llegó en 1825 para establecer su taller de litografía. Durante su primer año en México conoce a Florenzo Galli y al poeta cubano José María Heredia, con quien se asocia para publicar el periódico El iris, en donde expresaban su opinión sobre política y sale la primera caricatura política mexicana: “La Tiranía”, atribuida al italiano.

Durante la primera mitad del siglo XIX, existieron periódicos como Don Bullebulle (1847) y Tío Nonilla (1850), donde la caricatura era parte fundamental de la publicación. Fue hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando este tipo de publicaciones adquirieron gran importancia en el quehacer nacional al ser utilizadas por distintos grupos de oposición para expresarse y atacar a sus contrincantes.

Una vez proclamada la Reforma Liberal y aprobada la Ley de Imprenta de 1861, las publicaciones periódicas ganaron dinamismo a largo y ancho del país y con ellas los trazos satíricos alusivos a la vida política.

A lo largo de la existencia de la prensa en México la caricatura política ha sido un medio muy importante para la expresión de la opinión pública; con una posición crítica respecto a su realidad social y pone en tela de juicio la credibilidad de la élite política y social sirviendo cada imagen como una breve crónica del mundo.

La caricatura política permite que la información llegue aún a los individuos de estratos sociales bajos, pues ella puede ser entendida de forma fácil y sin necesidad de tener grandes conocimientos de estética. Es por su sencillez que la caricatura es valiosa; cualidad la que le ofrece la oportunidad de masificarse.

Durante el siglo XX, con los vientos de apertura política, las televisoras comenzaron a trasmitir espacios de humor político. Paradójicamente fue la televisión del Estado la que primero se atrevió con Cotorreando la Noticia dirigido por Chucho Salinas y Héctor Lechuga. Televisa, por su parte, empezó a tener algunos sketches de crítica política, con personajes genéricos como El señor diputado, en el programa ¿Qué nos pasa?, de Héctor Suárez.

Un paso importante de humor político lo dio TV Azteca, la televisora del Estado que se privatizó en el sexenio de Carlos Salinas, con el espacio de Los Peluches en el noticiero Hechos. Ahí, desde 1996, aparecieron marionetas que personificaban a políticos reales como el Cuatemochas o El Jefe Ciego. Nunca tocaron, eso sí, al presidente Zedillo.

Los programas de humor político tuvieron su cenit durante el sexenio de Fox. Televisa comenzó a trasmitir en 2005 un programa de sátira política, El privilegio de mandar, en horario estelar por el Canal de las Estrellas. Sus dos principales protagonistas eran nada menos que el Presidente y su esposa: Chente y Martita. Aparecieron los tres candidatos presidenciales: Jelipe, El Peje y Roberto. En algún momento también salieron Elba Esther, Don Diego, Cuauhtémoc, Montiel, Mi carnal Marjelo, René, Ahumada, El innombrable (Salinas) y Don Rubén que siempre aclaraba que “lo que Chente quiso decir…”

La radio no se quedó atrás. En el noticiero de Pedro Ferriz en Stereo Rey y luego Imagen, Andrés Bustamante realizaba parodia política con su personaje Ponchito. A partir del personaje Brozo de Víctor Trujillo, surgió el noticiero de El Mañanero en Acir que migraría, después, a la televisión y de manera intermitente regresa y sale del aire por intereses políticos en turno.

En cuanto al cartón político, actualmente se desarrollan sin ninguna censura los moneros de La Jornada, Calderón en Reforma o Alarcón y Garci en El Financiero, por citar a algunos. Censura la que había en la época de López Portillo, incluso en la de De la Madrid, recuerdan algunos caricaturistas.

Es el caso del monero Paco Calderón, que en breve charla explica: “Quizá los cartonistas y humoristas que están empezando piensen que hay muchas barreras que tumbar. Siento que ahora se está confundiendo el insulto con el humor. A veces se cree que la libertad consiste en decirle a alguien que es un imbécil. Pero si eso es todo lo que dice tu cartón no sé dónde se encuentra el humor. El chiste está en que puedas confrontar al político con sus propias palabras, con sus actos, que te puedas reír de su persona política y no nada más reírte porque fulano es gordo. El insulto me parece una solución fácil y aburrida. No solo basta dibujar bien, tienes que ser chistoso, tienes que tener humor, tienes que pensar un poquito”.

Paco se congratula al afirmar que afortunadamente se vive una etapa muy buena, pues se cosecha lo que en su momento sembraron Abel Quezada, Rius, Naranjo y Helio Flores, a los que les tocó un país más represivo, recuerda. Todos ellos comenzaron en medios muy cerrados y tuvieron que abrir brecha. Ahora cree que hay tantos periódicos como ideologías, medios con distintas maneras de pensar, lo que hace que la competencia sea muy buena.

El monero Trino Camacho, autor y creador de El Santos, El Rey Chiquito, Fábulas de Policías y Ladrones, Crónicas Marcianas, entre otras, anecdóticamente platica para IdentidadMX acerca de los límites que debe tener el humor político:

“Recuerdo que en una Semana Santa, cuando todavía publicábamos La croqueta: humor perro con Falcón, hicimos chistes sobre Cristo. Fuimos a mostrárselos a Héctor Aguilar Camín, que era nuestro director en ese momento, y él nos dijo: ‘Por derecho a la integridad de sus personas, pero sobre todo por la integridad de nuestro periódico, no voy a publicar esta tira, no mamen, cómo quieren sacar en Semana Santa a Cristo bailando el hula hula con una corona de espinas.’ Entendimos perfectamente que no era el momento de decir esas cosas. Por otro lado, Carlos Payán nos decía algo muy sabio: ‘Ustedes nunca se censuren. Aquí el que los voy a censurar soy yo.’ Algo que me parece maravilloso. Había cosas de El Santos que él pedía revisar. Nos llamaba y decía: ‘¡Bájenle!’ Pero las publicaba. ‘Ustedes no se limiten porque entonces va a valer madres su humor, van a dejar de ser naturales.’ Esa es nuestra norma: vamos a hacer lo que queremos hacer y si no lo publican está perfecto, porque quiere decir que nos estamos pasando de la raya”.

Pese a que se diga popularmente lo contrario, en general al ser humano no nos gusta reírnos de nosotros mismos (es un aprendizaje que requiere esfuerzo), a menudo solemos reírnos a expensas de los demás, de modo que al elaborar un chiste es habitual recurrir a los estereotipos y los prejuicios. Muchos chistes se basan en ellos, y el resultado es un humor no empático y, en ocasiones, incluso agresivo. Con el agravante de que estos chistes retroalimentan los estereotipos y los prejuicios y, por lo tanto, en última instancia, las actitudes y situaciones discriminatorias.

Hay que hacer una reflexión sobre este tipo de chistes: por qué existen, con qué objetivo se cuentan, quién los cuenta y en qué ocasiones, cuáles son sus efectos, sus características, dónde están los límites entre el humor inclusivo, el indiferente y el discriminador, etc.

Ahora, en tiempos de la 4T, donde los standuperos y youtubers cobran relevancia por su impacto mediático más no por sus aportaciones sustanciales, el programa en video “El Pulso de la República”, del comediante Chumel Torres puede decirse que fue ingenioso y corrosivo en su momento, y una vez alcanzada la fama, usó el Twitter para agredir (se sabe que la violencia es un mecanismo del humor, pero siempre y cuando haga reír, si no, solo es violencia).

Los estereotipos, los prejuicios y la discriminación están siempre en estrecha relación en el discurso de este personaje surgido de las redes sociales, y aunque pueda entablar críticas hacia el gobierno en turno, justo como lo hizo durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, lo cierto que más que críticas que le dan ganancias monetarias a este youtuber son ataques contra las minorías (disfrazada de crítica al gobierno), muy lejos de lo implementado históricamente por la gran tradición de humoristas y caricaturistas mexicanos con formación política, que nunca se enfocaron en llamarle “perra” a una mujer, burlarse de la condición de económica o del color de la piel de las personas, hacer comentarios sexistas y sexuales hacia la ex primera dama Angélica Rivera, o de menor impacto (pero finalmente bullying) llamarle “chocoflan” a un menor de edad, justo lo que sí ha hecho Chumel Torres.

En México somos racistas y también hipócritas, porque sí, todos somos mestizos pero hay unos más mestizos que otros. Y eso es objeto de chiste….

Erróneamente muchos de los que se oponen al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (motivados por la aversión que tienen por el mandatario en turno) creen que es aplaudible una “libertad de expresión” que denigre y discrimine a distintos sectores de la población previa a una crítica política. No, la discriminación no puede ser nunca considerada libertad de expresión y el insulto fácil nunca debe ser un arma política que haga de crítica. Los maestros del humor político lo han explicado y no debe involucionar. No debemos regresar hacia el paleolítico.