Por Nicole Charreire.
Como parte de las videoconferencias del festival Aleph de la UNAM, Judith Butler, filósofa y activista estadounidense, puso pie a su propuesta en el tiempo y espacio presente, tras la pandemia por el COVID-19, para crear un acuerdo en el que debe surgir un colectivo renovado con la igualdad económica y social.
La pandemia nos coloca en una disyuntiva que atraviesa el impacto ambiental y de igual manera tiene lugar en el contexto de un capitalismo que sigue considerando desechables las vidas de los trabajadores.
“Quien piensa que la salud económica es más importante que la salud de la población, solo afirma que el lucro y la riqueza son a fin de cuentas, más importantes que la vida humana”.
Butler enfatiza como la mayor parte de la gente ni siquiera cuenta con cobertura médica y hace evidente que las supremacías dejan de lado a la población marginada, las víctimas de racismo, los migrantes, la población en cárceles, entre muchos otros. A medida de que reabran los comercios y empiecen a producir nuevamente las industrias, no hay manera de proteger del virus a tantos trabajadores, van a trabajar para garantizarse la supervivencia condicionada pero el trabajo precisamente es lo que los orilla a la muerte. La filósofa pone como analogía: “sacrificar vidas en aras de la economía”.
“Abrimos la economía o nos resistimos a cerrarla con el pretexto de ayudar a la gente pobre pero a la vez, las vidas de esas personas son las que se consideran desechables y a sus trabajadores reemplazables”.
Poniendo en foco la interrupción de la actividad económica y la reducción de los viajes, se ha apresurado el indicio que permitiría que los ecosistemas se recuperen de la prolongada contaminación provocada por toxinas ambientales.
“Estos, no se detuvieron a causa de una preocupación por el medio ambiente, sino por el terror que tiene el ser humano por contraer el virus dentro de sus actividades; no ha habido una discusión sobre el antropoceno”.
Pero nada garantiza el tiempo suficiente para la pronta recuperación, menciona la filosofa que podría ser algo pasajero en sí; si vivimos sin ningún cuidado por la biodiversidad, sin actuar contra el cambio climático, sin limitar las emisiones de carbono, estamos produciendo nosotros mismos un mundo inhabitable.
“La destrucción de la Tierra a raíz del cambio climático, vuelve inhabitable el mundo y nos recuerda la necesidad de ponerle límites éticos a nuestro habitar.”
Butler asienta una amplia reflexión que indaga a preguntarnos qué estamos haciendo, como seres humanos, con nuestra libertad individual dentro del flujo de una sociedad capitalista y hace visible la influencia de la interdependencia social. Para ello mediante un planteamiento profundo, para hacer consciencia del efecto de las decisiones éticas y sociales:
“¿Qué significa vivir una vida vivible?”
“¿Qué constituye un mundo habitable?”
El auto-reconocimiento del impacto que generamos dentro de la Tierra, es esencial para encontrar de forma individual cómo coexistir sin transgredir; el efecto empieza desde la capacidad racional que nos constituye.
“Puede que el mundo y la Tierra no sean lo mismo, pero si destruimos la Tierra entonces destruimos nuestros mundos; y si vivimos vidas humanas sin ningún límite a nuestra libertad, disfrutamos de esa libertad en desmedro de una vida vivible”.
Pocas veces le damos importancia al presente que habitamos y quizá algunos buscamos hacer consciencia para erradicar las transgresiones que cotidianamente afectan nuestro entorno. Pensar de manera crítica nos llevará a un desarrollo más sano y responsable.
“Lo que hace una vida vivible es lo que puedo vivir bajo los mismos fenómenos que los demás vivirían; la manifestación del virus pone condiciones de la vida y ahora tenemos la oportunidad de entender nuestra relación con la Tierra y los demás seres de manera más solidaria”.
Lo que queda es actuar por y para el ahora, en el mundo post-pandemia debemos calcular nuestro impacto para garantizar un mundo habitable, tanto en el presente como en el futuro.