La distopía disfrazada de progreso

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Por Arantxa Ramírez.

Hoy recordamos a George Orwell, que de seguir vivo cumpliría 117 años. El escritor británico nació en Mothiari, India, bajo el nombre de Eric Arthur Blair. Desarrolló sus estudios en el Colegio Eton y el 21 de enero de 1950 falleció por tuberculosis. 

Orwell se inclinó por el socialismo, ideología que se vio reflejada en sus obras posteriores. Su idea de libertad social y la lucha contra las normas sociales establecidas por el poder político dieron paso a conceptos que ahora son un hecho.

Su obra Rebelión en la Granja (1945) es un ejemplo de dichos ideales, la rebelión de los animales en contra de sus amos son una parodia del socialismo soviético que toma como referencias a figuras políticas: Stalin, Lenin y Trotsky. 

Por otro lado, tenemos la novela 1984 (1949), una de las obras del género literario anti utópico del siglo XX. En esta ficción, encontramos una sociedad controlada en su totalidad por los líderes de las potencias mundiales; la tecnología juega un papel importante ya que es el método de control de masas. El sistema narrado es aparentemente funcional y que promete mantener a todos con un estado de ánimo positivo. La intimidad es arrebatada por el estado, “El Gran Hermano”, quien constantemente ve los pasos de cada uno.

Hoy esta distopía es una realidad, lo que Orwell imaginó es un hecho en nuestros tiempos, aunque no es aplicado en todos los países. La tecnología es un constante vigilante, nuestros rostros e información ya no son de nuestra propiedad, un click basta para llegar a ellas. Podemos encontrar similitudes entre la pesadilla literaria y nuestro día a día, como la manipulación de información, procesos burocráticos, acciones mecánicas de supervivencia, represión, violación a los derechos humanos, etc. La distopía nos alcanzó disfrazada de progreso. 

Las historias contadas por el autor también han servido de inspiraciones para la pantalla chica y grande. Blade Runner de Ridley Scott, por ejemplo, tienes los elementos futuristas y distópicos, también comparten la presencia de la tecnología, aunque en el filme el control se centra en las vidas artificiales.

También podemos encontrar el sistema de control por medio de aparatos electrónicos en la serie británica Black Mirror; particularmente en el capítulo Nosedive, donde la población es calificada diariamente, dicha evaluación se convierte necesaria para cierto tipo de tramites y toma en cuenta la aceptación social. Este tipo de control te obliga a hacer agradable hasta caer en lo hipócrita; la histeria y sentimientos negativos no son una opción si quieres una vida “digna”. Aquí, “El Gran Hermano” está en todos lados, al igual que en la novela, solo que el papel lo interpreta cada uno de los integrantes de la población con su incasable evaluación personal.

¿Qué lo hace distinto a nuestros días? Aunque podríamos enlistar bastantes cosas, sabemos que funcionamos casi de la misma manera. Las redes sociales hablan por nosotros, esta máscara social es la nueva carta de presentación y es motivo de juicios.

“El Gran Hermano” se ha deformado hasta convertirse en nosotros mismos, la posibilidad de que un acto de histeria se pueda hacer viral crece exponencialmente, creamos etiquetas y la posibilidad de salir del sistema parece casi imposible. Esto sólo a una pequeña escala, podríamos hablar de los líderes mundiales y su acceso a nuestra información y las ventajas que tienen sobre nosotros con dicho poder. 

Sin duda, Orwell se adelantó a su época y es motivo de agradecimiento, no sólo cuenta con magníficos trabajos literarios, también leyó nuestras cartas para dejarnos una predicción del futuro no muy alejada de la realidad.