En los últimos meses hay un concepto que cada vez es más debatido, discutido, descalificado y apoyado: la Nueva Normalidad. Abrazado a él, muchos mexicanos recobran a diario la esperanza de volver a abrazar a sus seres queridos.
Y hace dos años, más de 30 millones de mexicanos abrazaban la esperanza de un Nuevo México. Cansados de casi un centenario de cleptocracia, dejaron de lado filias, fobias e información distorsionada para que nuestro país virara hacia una corriente política que genera gran escozor en algunos: la izquierda. Lo hicieron sin dar palos de ciego. Sabían que el cambio, la reforma, un seísmo eran impostergables.
Al convertirse en el presidente más votado en la historia recayó sobre López Obrador una gran responsabilidad: apresurar cambios. Dar un giro inmediato de 180 grados en la vida administrativa, social y política del país. Era un secreto desvelado que la administración de Enrique Peña Nieto se sirvió y no sirvió. Llenaron las arcas de patrimonios familiares, amigos y compadres. La Estafa Maestra tan solo es una muestra de cómo se orquestó el desvío de recursos.
La conformación de la Fiscalía General de la República fue uno de los primeros tiros certeros en materia de justicia. Aunque queda el gran pendiente: recomponer las policías locales para que haya una armonía en la procuración de justicia. Eso sí, el arresto de Emilio Lozoya y la del «Mochomo», involucrado en el caso de los 43 normalistas desaparecidos, son dos muestras de la intención de resolver casos a los que se les había dado carpetazo. Sin embargo, las cifras de homicidios y feminicidios, son dos pendientes que se deben atender con urgencia.
Y es que según una encuesta de SIMO Consulting para El PAÍS México, a pesar que la mayoría evalúa de manera negativa su manejo de la crisis de seguridad y los feminicidios, la aprobación es cercana al 70%. Esto significa que al titular del Ejecutivo Federal se le reconocen implícitamente triunfos en otras materias. Por ejemplo, la lucha contra la corrupción.
Recordemos que hace unos días desveló la existencia de un complejo sistema de factureros que lleva operando una década. Ese «gran fraude» cometido en contra del erario ha dejado un boquete por 50 mil millones de pesos (mdp) a través de la emisión de facturas falsas.
«Desde hace 10 años empezaron a operar empresas para falsificar facturas, para expedir facturas apócrifas y mediante lavado de recursos terminaban los contribuyentes por no pagar completos los impuestos”, dijo el mandatario nacional el pasado 22 de junio durante su conferencia de prensa matutina.
El estilo de López Obrador, así como su diálogo y crítica frontal, a mas de uno ha destanteado. También, generado muchas críticas por hacer de sus mañaneras el centro de su comunicación oficial. Algunos lo acusan de imponer agenda.
Lo cierto es que López Obrador ha dejado en claro que su objetivo, al menos en su Proyecto de Nación, es acabar con la desigualdad que en nuestro país tiene a más de 50 millones de personas viviendo en la pobreza. Hoy, los programas sociales son un derecho constitucional. Con esto se busca acabar con las dádivas políticas en tiempos electorales. También, se echó andar la construcción del Tren Maya, del Aeropuerto Felipe Ángeles y la Refinería Dos Bocas. Los tres, proyectos torales de este sexenio. Sí, se han generado empleos. Pero el reto es que estos sean transexenales y sirvan para generar desarrollo en la base de la pirámide social.
AMLO le ha apostado a un proyecto de mediano y largo plazos: destinar más presupuesto para que la clase más desfavorecida logre salir de las estadísticas de la pobreza. Sin embargo, muchas veces se olvida que las empresas también siguen siendo necesarias para este fin. Lo que muchos piden, incluso a gritos, es una interlocución mayor con el Gobierno Federal. Pero la realidad es que pocos empresarios se han atrevido a cambiar las reglas que impusieron en un juego donde ellos, curiosamente, son los grandes ganadores.
No podemos dejar de ver los asuntos pendientes. Sí. Pero en la construcción del Nuevo México se requiere de empatía, paciencia y, sobre todo, de no ver un solo México. Hay que caminarlo. Recorrerlo. Y, sí, entender que la democracia se defiende en el debate, pero también se defiende con acciones. La mejor, ser honestos siempre.