Por María José Valencia E.
Hoy 2 de julio, hace 59 años, el gran escritor Ernest Hemingway se quitaba la vida de un disparo en la cabeza. Su inestabilidad emocional fue la culpable, sin embargo, han sido varias las veces que se duda sobre este hecho y la naturaleza de su trágica muerte.
Y es que aparte de ser un Premio Nobel de Literatura y uno de los principales novelistas del siglo XX, tenía como fan al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, quien el día de hoy expresó su pésame a través de twitter. Mencionó que el difunto autor representa un símbolo de las relaciones entre los pueblos de Estados Unidos y la isla caribeña, donde trabajó y vivió durante 20 años.
Además de sus famosas novelas tales como «El viejo y el mar», «París era una fiesta», entre otras, destaca su sobrada calidad en el ejercicio del periodismo como reportero y corresponsal de guerra que le permitió la realización de sus títulos más reconocidos: «Adiós a las Armas» y «Por quién doblan las campanas», durante la guerra civil española, relatos que le otorgaron el premio Pulitzer en 1953.
Su legado literario está conformado por siete novelas, seis recopilaciones de cuentos y dos ensayos; en tanto, póstumamente, fueron publicados tres novelas, cuatro libros de cuentos y tres ensayos.
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Tal vez su partida tuvo que ver con su traumatizante infancia, una madre controladora y un padre suicida. Tal vez no pudo soportar la presión de ser corresponsal de guerra o ayudante de la FBI. Tal vez no podía vivir sin su hijo Gregory, muerto tras ser recogido en estado de trauma luego de una operación de cambio de sexo. Lo cierto es que el autor tuvo una vida de misterio, dolor y acontecimientos fuera de lo normal.
Su historia culminó en un fin abrupto, pero estuvo llena de acontecimiento que lo llevaron a escribir las grandes obras que hoy se conservan. Ernest no acabó más que siendo un sujeto más de una de sus famosas frases:
“La vida de cada hombre termina de la misma manera. Solo los detalles de cómo vivió y cómo murió distinguen a un hombre de otro”.