Lunes 06 de Julio. El día fatídico en el que la música italiana se tenía que detener ha llegado.
El creador Ennio Morricone, ha partido esta madrugada acompañado de música celestial y a los 91 años nos ha sido arrebatado el hombre considerado como el mejor compositor contemporáneo.
La música fue no solamente un ejercicio artístico, pero fue una necesidad vital; se inició a los cuatro años con el aprendizaje de trompeta, para posteriormente ingresar a la Academia Nacional de Santa Cecilia donde su talento lo destacó del resto y -proféticamente- perteneció a la orquesta escolar. El hijo prodigo del pueblo Trastévere, encontró inspiración en las experiencias de niñez, acompañando sus melodías de las callejuelas y haciendo honor al “tigre dorado” que porta como escudo su lugar de origen.
En el conflicto bélico de 1939, Morricone tocaba en las orquestas presentadas ante el lado vencedor. Su don lo especializó en composición musical, la cual cabe decir ya ejercía en su infancia, cuando de niño componía y presentaba ante sus padres; el momento exacto en el cual despertó su curiosidad e interés por la cinematografía sólo lo conocerá él, pero la teoría más aceptada lleva a pensar en el filme The Robe –La túnica sagrada- (1953) y tras conocer a Alfred Newman, decidió enfocar sus energías y magistralidad a esta labor.
Haciéndose de seudónimos al inicio de su carrera, como Dan Savio o Leo Nichols, su carrera también abarcó televisión y radio, además de distintos géneros cinematográficos. El spaghetti western dominó su trayectoria, y es relevante hacer un paréntesis para explicar que esta nueva manera de crear cine con un auge particular en la década de 1960-1970 está íntimamente ligada con la época dorada de la Cinecittà, y una visión artística de personajes heroicos, moralmente corrompidos y un arco dramático con violencia tras cada movimiento.
Aún con escasos recursos la creación de un nacionalismo cinematográfico tuvo como exponente al compositor. Fue en la estancia en el conservatorio que conocería al amigo y colaborador del cine de vaqueros, Sergio Leone. Juntos popularizarían el género con Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966), Hasta que llegó su hora (1968) y Érase una vez en América (1984). Además de participar en comedias como Il Federale (1955), o creando música para festivales como el de San Remo, en el cual Paul Anka participa con Ogni Volta.
Incursionó además con el terror y nuevamente con un género que recién nacía, giallo, aquellas visiones terroríficas y de cine policial, que encantó a los italianos al mostrarles que el terror no necesariamente abarca apariciones, pero un terror psicológico. Se recuerdan creaciones en L’Ucello dalle Piume di Cristallo (1970), Il Gatto a Nove Code (1971), 4 Mosche di Velluto Grigio (1971). Así como en el cine internacional de terror con la visión futurista-alienigena de John Carpenter y La cosa del otro mundo (1982). Sin embargo, la colaboración que ha sido y será recordada durante los años venideros, es la formada con Giuseppe Tornatore.
Es prácticamente imposible desligar a Morriconne de las historias de amor, crecimiento y belleza provinciana de: Cinema Paradiso (1988), Malèna (2000), BAARÌA (2009), La leyenda de 1900 (1998), La mejor oferta (2013), La corrispondenza (2016), El hombre de las estrellas (1995), entre otras.
El compositor fue tan solicitado que llegó a crear las bandas sonoras de diez o hasta veinte películas anualmente, a la par que su trabajo fue requerido por íconos del cine italiano como Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci o Mauro Bolognini. Fue conocido su rechazo por conceder entrevistas, y aunque Hollywood trató de ofrecerle trabajo de manera permanente, nunca aceptó. Ocasionalmente compuso para Samuel Fuller, Brian de Palma o Quentin Tarantino; no deseó aprender inglés y sus colaboraciones extranjeras eran mayoritariamente con cineastas europeos como Pedro Almodovar.
Aún con un Óscar Honorífico a cuestas, el amor que sentía por Italia era tan grande que decidió salir pocas ocasiones de su nación, ofreciendo limitados conciertos alrededor del mundo.
Sin embargo, una fractura de fémur con la que batalló desde hacía ya algunos años, le representaron complicaciones para dirirgir -aunque no, para seguir creando- lo cual devino inevitablemente en cancelaciones de conciertos y homenajes. Los distintos periódicos, anunciaron que debido a estas complicaciones el compositor falleció en la madrugada del Lunes, donde -como siempre- sorprendió al mundo al escribir su propio obituario:
“Yo, Ennio Morricone, he muerto.
Estoy anunciando mi muerte a todos mis amigos que siempre han estado cerca de mí y a aquellos a quienes no he visto por un tiempo. Los saludo con gran afecto. Imposible nombrarlos a todos.
Sin embargo, quiero dedicar una mención especial a Peppuccio y Roberta, amigos hermanos, extremadamente presentes en estos últimos días de nuestra vida.
Solo hay una razón que me empuja a enviarles mi despedida a todos ustedes de esta manera, y por la cual he decidido celebrar un funeral privado: no quiero molestarlos.
Me despido con gran afecto a Inés, Laura, Sara, Enzo y Norbert, agradeciéndoles por haber compartido conmigo y mi familia una gran parte de mi vida.
Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, Maria y Franca y sus seres queridos y hacerles saber cuánto los he amado.
Un adiós intenso, completo y profundo para mis hijos Marco Alessandra, Andrea y Giovanni, mi nuera Mónica, mis nietos Francesca, Valentina, Francesco y Luca.
Espero que entiendan cuánto los he amado.
Por último, pero no menos importante, María, a quien renuevo el extraordinario amor que nos ha mantenido unidos y que realmente lamento habernos ido.
Le envío mi despedida más dolorosa.”
Hoy es un día de duelo a nivel musical, cinematográfico y humano. Ha partido, Morricone dejándonos piezas soberbias donde la vida misma habla a través de los instrumentos. La despedida será dolorsa pero su arte está más vivo que nunca.