Por Nestor Leandro Hernández
Los cambios generacionales nunca son bien aceptados por el Status Quo. Al paso del tiempo, se ha corroborado que el conservadurismo no necesita vestirse de partido político de color azul, traer políticas públicas del pasado o rodearse de los mismos funcionarios y clase política que se ha perpetuado en el poder.
La descalificación de nuevas ideas, avances progresistas, vertientes artísticas o mover los roles sociales siempre ocasiona inconformidad para quien cree que nunca debe haber cambios de ningún tipo, ya que la nula tolerancia a la crítica, la falta de empatía y desconocimiento histórico y social es una constante en una gran parte de la población.
La superioridad moral de los gustos y preferencias culturales y de entretenimiento es también una fuente inicial de discriminación. Creer que las cosas no deben cambiar sólo porque así siempre han sido es la constante.
¿Cuántos de los que ahora tenemos entre 30 o 40 años no escuchó de sus padres, tíos o personas mayores la frase descalificadora: escuchas música basura, música de locos? El patrón conservador se mostró una vez más en la discusión que se lleva a cabo en redes sociales iniciado por internautas jóvenes que han cuestionado la portada del álbum “¿Dónde jugarán las niñas?”, de Molotov.
Con esta portada Molotov marcó gran parte de la historia en el rock mexicano de los años 90, pues además de ser una burla clara al disco de Maná que llevaba por título “¿Dónde jugarán los niños?”, la imagen de una chica con uniforme de secundaria, sentada en un auto con los calzones a medio bajar, provocó que no se vendiera en algunas tiendas de discos.
¿Por qué causa indignación una portada de un gran disco de una genial banda de rock que fue revolucionaria en su momento, pero que también se distingue por tener éxitos como “Puto”, “Chinga tu madre”, “Quítate que mas’turbas (Perra arrabalera), “Mátate Teté” “Rastamandita” y muchas más, 23 años después de su lanzamiento?
Veamos. México ocupa el segundo lugar en América Latina en crímenes de odio; es decir, por homofobia, sólo detrás de Brasil; además, siete de cada 10 personas de esta comunidad son discriminados y 75 por ciento recibe hostilidades en el ámbito laboral. De hecho, México es uno de los 14 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que no castiga al homicidio de odio. De hecho la discriminación por motivos de identidad sexual no ha disminuido.
Otro dato que nos lleva a reflexionar sobre esta “absurda condena” a la portada de un álbum y cuestionar las letras del grupo, es que el 2019 se convirtió en un año de pesadilla para las mujeres, ya que en los 12 meses se registraron 1,006 víctimas de feminicidio que, en comparación con los registros del 2018, significó un aumento de 10 por ciento.
En el 2019, no hubo entidad, de las 32 en total del país, que no registrara feminicidios, de acuerdo con los datos de víctimas de delito del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
No obstante, la violencia homicida hacia el género no es nueva; se disparó en los últimos años del sexenio de Enrique Peña Nieto y alcanzó un nuevo máximo en el primer año Andrés Manuel López Obrador. Si se comparan las víctimas de feminicidio del 2015 (426) con el 2019, hay un aumento de 136.1 por ciento.
Esto viene desde 1993 en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuando se empezó a hacer visible un problema que parecía que iba a tener pronta solución: el asesinato de miles de mujeres. Si bien la violencia de género no nació en Ciudad Juárez, sí se visibilizó allí. No imaginábamos que para el año 2020 este horror es imparable en todo el país, y sigue en ascenso.
Ahora bien, Molotov es un grupo antisistema. Nace en 1995, cuando aún no se hablaba de equidad de género, de violencia contra la mujer, de familias homoparentales, ni de sociedades de convivencia. Esa banda creció viendo a El TRI de Alex Lora que ponía a bailar a todos al ritmo de “puto el que no cante”, y de mentarle la madre a los gobiernos en turno. Notó que era más sencillo llegarle a la audiencia a través del insulto fácil para cotorreo de los cuates. En ese 1995, hablar de derechos humanos era infumable. Todos seguíamos el desmadre, incluidos los autores de “Frijolero”, sin imaginar la bola de nieve que se estaba gestando sobre la sociedad mexicana.
Molotov es una gran banda que nació en un contexto misógino, producto de su juventud y de sus ansias por llegar a la audiencia ávida de echar relajo. Hay que resaltar que actualmente se cataloga al reggaetón como música misógina y sexista, pero históricamente el rock también lo ha sido. Hagamos una comparación con una parte de la letra de Daddy Yankee, de su canción “En la cama”:
“A ella le gusta que le den duro y se la coman
A ella le gusta que le den duro y se la coman
Y es que yo quiero la combi completa
¡Qué! chocha, culo y teta”
Mientras tanto Molotov con “Rastamandita”:
“Baila rica nena, sabrosito, baila rica nena, mas pegadito.
Me gusta chichi, me gusta chacha, yo quiero que me des…
Que me des papaya”
Ninguna diferencia en el fondo , solo el arreglo musical. Hay que aceptar que dentro de su concepto contestatario y revolucionario de la gran banda que es Molotov también hay misoginia y discriminación. Innegable. El rock desde sus inicios ha sido misógino y tiene una gran carga sexual, como lo ha mencionado en diversas ocasiones el escritor mexicano, José Agustín.
El blues y rock, al igual que gran parte de la música para bailar del siglo pasado, son géneros históricamente asociados al sexo. Los licks de guitarra, las escalas usadas, las melodías pentatónicas y más, logran ese estado anímico. Una de las canciones más famosas de la historia del rock, «Brown Sugar», es una cúspide del sexismo en los Rolling Stones.
En «Stupid Girl», quizás la rola más sexista de sus Satánicas Majestades vemos algo que si lo cantara un artista de 2020, probablemente tendría que eliminar la canción de su repertorio:
She bitches ‘bout things that she’s never seen
Look at that stupid girl
It doesn’t matter if she dyes her hair
Or the color of the shoes she wears
She’s the worst thing in this world
Well, look at that stupid girl
Por ejemplo, Gun’s N’ Roses. Estos chicos merecen un texto mucho más extenso, sin duda, pero por el momento sólo este ejemplo «One In A Million», histórica canción racista y homofóbica. Una canción llena de prejuicios blancos, heterosexuales, nativistas. Denunciando negros, inmigrantes, homosexuales. Y sí, aunque pusieron una tímida disculpa en el booklet del disco donde estaba esa rola, es imposible excusar esto.
Los Beatles son una de las bandas más transgresoras en la historia del rock. Y, como muchas, cuentan con letras sexistas y misóginas. «Run For Your Life» de Lennon habla literalmente sobre cómo Lennon preferiría que la chica en cuestión estuviese muerta que verla con otro hombre.
I’d rather see you dead, little girl, than to be with another man.
En «Getting Better», McCartney escribe sobre golpear mujeres. Aunque más tarde en la canción pide perdón por eso, lo que pone en evidencia lo fuera de lugar del comentario.
Si nos vamos a la época de leyendas del rock n’ roll como Little Richard, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry y Elvis Presley; todos tuvieron relaciones con adolescentes siendo ya adultos y, como era de esperarse, lo plasmaron en sus canciones. El rock siempre ha tenido carta abierta para salirse con la suya cuando se trata de este tipo de problemas. Hay historias de violencia doméstica o agresión sexual con las figuras más grandes del rock y, claro, esto sucede en más géneros. Pero el rock pareciera tener un trato más dócil por parte de la gente cuando se descubren o señalan estos actos. Falsa superioridad moral.
Lo que se le pide a Molotov no es algo nuevo, ya se ha realizado con grandes bandas a lo largo de la historia por cuestiones mucho menores que la violencia de género y la homofobia, algunos realmente risibles, no con la gravedad de la problemática que enfrenta México actualmente.
The Beatles, con Yesterday and Today (1966); The Rolling Stones, con Sticky fingers (1971); David Bowie, con su álbum Diamond Dogs (1974); Scorpions con su producción Lovedrive (1979); Guns N’ Roses con el grandioso Appetite for destruction (1987); Pantera con el fantástico Far beyond driven (1994); Marilyn Manson y su preciado Holy Wood (In the shadow of the valley of death) (2000); o The Strokes con el estupendo Is this it (2001), son algunas de las bandas que han tenido que modificar las portadas de sus discos por cuestiones de atentar contra las buenas costumbres.
Sabiendo esto, ¿Por qué Molotov no podría hacerlo por cuestiones que son sumamente graves y que lesionan ya a la sociedad mexicana como la homofobia y la violencia de género? Desde luego que no son responsables directos de estos problemas, pero siempre habrá quien mal interpretará sus letras, que son gasolina para mentes cortas. No es nada distinto que le haya pasado a las grandes bandas antes. Incluso Café Tacuba decidió modificar la letra de “La Ingrata”.
La generación que “de todo se queja”, la “generación de cristal”, que se organiza, que hace revueltas contra las injusticias y abusos en Francia y Estados Unidos, que se pronuncia contra la violencia de género y homofobia, que tumba bipartidismos en Mexico, que libera presos políticos y derriba funcionarios corruptos cuando no dan resultados, esa generación que “de todo se queja” que tiene las agallas de querer corregir lo que la anteriores no pudieron y no quisieron, nuevamente marca la agenda social y ahora hace llorar a los conservadores disfrazados de rockeros.
Molotov no debe desaparecer, no debe ser censurado, pero sí tiene que hacer acotaciones justo como lo hizo Café Tacuba. La solidaridad con las necesidades sociales que los llevaron a componer contra Jacobo Zabludovsky, Televisa y el PRI debe ser redirigida. Los tiempos ya no son los mismos, y las problemáticas sociales van en un peligroso y deplorable ascenso.
Lo únicos que protestan son los seguidores de Molotov, y peor aún, muchos de ellos mujeres que marcharon y pararon los 8 y 9 de marzo pasados exigiendo justicia, igualdad de derechos y alto a la violencia contra ellas. Para repensar el asunto.
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