La normalidad post-COVID-19 no será «nueva»

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Por Anahí Lima

 Se ha hablado mucho ya de la «nueva normalidad» y lo que ella implica. Desde el gobierno, son las medidas sanitarias indispensables para evitar la propagación de la COVID-19. Para la población en general, es la realidad de que sin importar el deseo de regresar al estilo de vida que se tenía previo a la pandemia mundial, el actuar alrededor nuestro es diferente. Para la economía global, es la inevitable crisis, así como el desarrollo de nuevos mercados. Para algunas madres, como aquellas que reportó Animal Político, es la posibilidad de que no existe esfuerzo suficiente que pueda asegurar la educación de sus hijos e hijas.

Los más privilegiados nos adaptamos al home office, a las clases virtuales y algunos más pequeños al aprendizaje a través de un televisor. Las primeras necesidades en ser cubiertas siempre son las de aquellos que menos ayuda necesitan, dejando el resto al final. Un ejemplo de ello, son las madres de la Ciudad de México que únicamente cuentan con un celular para adaptarse a la educación a la distancia. Paradójicamente, las medidas tomadas las obligan a salir para hacer uso del internet gratuito de la ciudad. Además, cargan con la responsabilidad de proveer a sus hijos de una educación que muchas de ellas nunca pudieron acceder, e incluso al día de hoy aún desconocen. Ellas, y muchos otros, se enfrentan a una realidad insostenible para el mediano y largo plazo. El nuevo ciclo escolar, en caso de manejarse de la misma manera, trae consigo más presión y menos probabilidad de ser cubierto en su totalidad.

Desde muchas perspectivas, la forma de vivir cambiará, pero estos cambios son (y siempre fueron) ineludibles. Nosotros somos sujetos de sus consecuencias, y nuestro campo de acción se reduce a la adaptación. La calidad de resultado dependerá de qué tan buenos seamos en cumplir con nuestra tarea: tarea que es impuesta y no elegida. Cuando las autoridades nos piden prepararnos para la nueva normalidad, no exigen aportaciones reales de nuestra parte que vayan más allá de cumplir con los lineamientos establecidos. Habrá variaciones en la manera en la que interactuábamos en lo cotidiano, pero no tienen impacto real.

Los pobres seguirán pobres y los ricos seguirán siendo ricos, algunos serán más pobres y otros más ricos, pero su estatus general no cambia. De pobre a muy pobre, aunque el salto no es tan grande, pese a su tamaño sí puede marcar una diferencia entre la vida y la muerte.

La «nueva normalidad» no tendrá nada de nuevo, mientras sea una transición superficial. En todas las sociedades y en todas las épocas se manifiestan cambios. Fenómenos inesperados, como una pandemia global, solo los aceleran; pero las revoluciones no se dan orgánicamente, requieren la intervención intencionada de la gente. Podremos nombrar rápidamente la realidad post-covid-19 como una normalidad, pero no como una nueva.