No habrá fuerza que amordace a una mujer de vivir libre

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Por Nicole Charreire.

Expuestas al matrimonio infantil y a la Mutilación Genital Femenina (MGF), millones de mujeres y niñas alrededor del mundo viven sometidas a prácticas nocivas contra su salud física y mental.

La MGF es un procedimiento que se realiza con el objetivo de alterar y lesionar los labios vaginales mediante la sutura de los órganos externos total o parcialmente, la ablación del clítoris, así como cualquier otra intervención de ardor, raspado o perforación que dañe los genitales femeninos.

Al ser mutilados los genitales tienen consecuencias inmediatas como hemorragias y un estado de shock, los efectos van desde un dolor intenso, infecciones, infertilidad e incluso la muerte. Son condenadas a padecer dolores y complicaciones de salud de por vida.

Debido a los retrasos por la COVID-19 urge que los gobiernos puedan reactivar los programas de prevención del matrimonio infantil, precoz y forzado y de la mutilación genital femenina.

Según el Fondo de Población para Naciones Unidas (UNFPA) el cierre de las escuelas, la suspensión de programas para prevenir MGF y la crisis económica mundial, podrían dar como resultado dos millones de casos de éste y 1.3 millones de matrimonios forzados, así como embarazos no deseados.

En países de Asia del Sur, África, algunas partes de América Latina y el Caribe, la ablación es una presión y obligación social que toma control sobre la sexualidad femenina sin que existan razones medicas que lo justifiquen.

Aunque el gobierno de Sudán convirtió el MGF como un delito sancionable, tienen uno de los porcentajes más altos en la mutilación genital y más del 80% de féminas sometidas a estos procedimientos.

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Para estas culturas se asocian con creencias religiosas u honor de una familia, sin embargo, organismos como la ONU no han identificado textos religiosos que justifiquen dichas atrocidades que constituyen la violación de los derechos humanos fundamentales de niñas y mujeres.

Desde niñas, se les es mitificado el acto con la pureza y las menores no son advertidas ni puestas en conciencia de los efectos que esto les produciría. Para ellas, es simplemente un deber, sin saber el porqué, ya que de igual manera es utilizado como una forma de controlar la sexualidad de las mujeres impidiendo el propio placer, siendo arrebatadas de su integridad, de oportunidades de vida, con imposturas para desarrollar todo su potencial y todo, por un sistema patriarcal.

La ignorancia y la inconsciencia de los opresores van implícitos en estos actos, los efectos que arrojan a las víctimas les arranca total libertad digna pues las complicaciones se prolongan provocando la pérdida de confianza en ellas mismas y sufren trastornos de ansiedad y depresión.

Es por esto que la emergencia de erradicar la situación no puede mantenerse oculta. Los mitos arraigados a la cultura se aprovechan de ésta para crear un sistema de opresión que oculta tales crímenes mediante el tabú y el silencio; se tacha como indebida e inoportuna la revolución de un cambio digno que esta nos vela del dolor y la injusticia con la que crecen niñas y mujeres.

La educación sesgada por los opresores nos exige desvincularnos de inmediato de la imposición social, fomentar la investigación y hacer escuchar que esto existe diariamente en el mundo.

El cambio consiste en no buscar excusas, no ser indiferentes, permitir que las mujeres cuenten su historia, hacer escuchar nuestra voz y colocar en cuestión cómo es que una mujer es arrebatada de sus derechos para decidir sobre la vida y su cuerpo. La idealización moral de la virginidad de la mujer debe ser una elección personal.

Debemos brindarnos construir una sociedad donde la información nos permita abrir espacios que rompa tabúes y se trabajen reflexivamente, romper toda injusticia que ha dominado en las culturas y en las sociedades por siglos.

Cada vez que alzamos la voz, la justicia da un paso adelante.