De acuerdo con el reporte Grant Thornton Women in a Business 2019, solo el 26% de los cargos directivos en México son ocupados por mujeres y a nivel mundial. Nuestro país se coloca en el lugar número 23 arriba de Brasil y de Argentina.
Yo me sumé a esta estadística hace algunos años, gracias a un jefe que entendía muy bien que las capacidades y oportunidades eran para quien se las ganaba, fuera hombre o mujer. Una persona a quien hoy, quiero dedicarle este espacio: el Doctor Rodolfo Tuirán.
Podría haber empezado con decir de él, que la palabra desafío era su favorita y que librarlo era su pasatiempo.
También mencionar que la disciplina no era una palabra, era su ADN. O tal vez advertir que podía ser provocador y ponerte a competir una y otra vez con los demás y contigo mismo. Pero prefiero un relato que muchas mujeres les hubiera agradado tener: Un jefe que apoyara la equidad de género.
Un jefe que podía ver los talentos de todos y ordenarlos para el servicio del sector educativo. Siempre impecable tanto en el trato, como en las tareas que emprendía.
Cuando estás en la escalera subiendo los peldaños, agradeces en todo momento el aprendizaje, el respeto, la empatía y sobre todo el acceso a los cargos que por muchos años estaban destinados para los hombres.
Durante los 10 años que el Doctor Tuirán fue mi jefe, me enseñaba sin él, proponérselo. Me enseñó que la familia es un continente y todo nos conduce a él. Me enseñó a defenderme a través del trabajo. Me mostró que las puertas se tocan una y mil veces hasta que se abran. A entender las diferencias de cada ser humano y a poder convivir con ellas. A identificar los equipos pequeños pero de largo trayecto compartido. A pausar mi ritmo. Me invitaba a caminar y no a correr. A disfrutar el trayecto del viaje y de vez en cuando me preguntaba: ¿eres feliz?
Creo que la muerte sabía que se llevaría pronto al Doctor, pues recibió en vida muchos reconocimientos por su trabajo, por su trayectoria. Era una verdadera delicia escuchar sus discursos que revisaba una y otra vez. Nunca fue un improvisado, siempre iba preparado para ser la estrella del escenario, del debate, de la reunión por pequeña que fuera.
¡Cómo no admirarlo!
El primer Honoris Causa que le otorgaron fue en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Ese día, al exponer su discurso, la piel se nos erizó de emoción. Su intervención fue magistral. Después vinieron varios más. Al final, le otorgaron siete honoris causa, diversas Universidades del país. En cada uno de ellos, lo más brillante era su mensaje. Elocuente, agradecido, apasionado por la educación superior, motivando a todos a enamorarse del sector educativo y siempre citando en sus líneas discursivas a personajes de la historia que en conjunto, hacían una delicia al oído.
El Doctor Tuirán ponderaba en mucho las capacidades y te daba la oportunidad de demostrar tus talentos. Parecía que a veces no te veía pero todo el tiempo sabía lo que pasaba con todos sus colaboradores.
Fue un hombre de llamar a la acción, al compromiso, de hacer las cosas. Un poco asocial. Aunque le gustaba contar chistes, bueno. Un chiste. Del cual solo diré el nombre “Ramírez”. Le encantaba contarlo las veces que fueran necesarias.
No era un hombre de dar consejos, era un hombre de escucha activa. Hacía que en la plática poco a poco fueras razonando sobre los temas y tomando decisiones por uno mismo. Decía que no era político pero todo el tiempo con mucha inteligencia practicaba la política desde lo que sabía hacer, tomar desafíos.
Un día, en uno de esos viajes de trabajo que solíamos realizar y en medio de un vuelo demorado, entusiasmado me platicaba de Ana, su hija pequeña. De lo orgulloso que estaba de ella, de su música, de su voz. Me puso a escuchar una canción que recién ella había grabado y al finalizar le dije: ¡Órale! Está cañona. Empezó a reir. Y seguí. ¿Va a grabar discos y shalalá shalalá? Cuando terminé la frase me dijo: si, todo eso, shalalá, shalalá. Ambos reímos.
Las de chile seco
12 meses de silencio en honor al Dr. Rodolfo Tuirán que impulsó en todo momento la equidad y el acceso de las mujeres a puestos de alta jerarquía. Lo seguimos extrañando.