Michel Franco, cineasta mexicano, se ha hecho del León de Oro del festival de cine de Venecia con su cinta Nuevo Orden. Fiel a su estilo, dejó a más de uno incómodo y reflexionando en sus adentros.
“No es un presagio, pero sí una advertencia”, lanza Franco en una entrevista con El País, al explicar que la película lo que busca es una invitación a la reflexión sobre lo que se está haciendo mal desde una burbuja privilegiada de la sociedad.
Sobre todo por la trama central de Nuevo Orden: un grupo de indígenas toma el poder de una parte de México. Instauran un régimen militar y comienzan a hacer justicia contra una élite blanca que los ha oprimido históricamente. Hay crudeza, sí. Sin embargo, Franco aclara que “se queda corto” en todo lo que se puede mostrar de la violencia, pero se justifica en que no le gusta torturar a los que disfrutan del cine.
El filme puede resultar ambiguo. Incluso, para muchos, una lectura política e ideológica “corta”. El mexicano, de 41 años, asegura que lo hace de manera deliberada. “La quise mantener abierta, aunque no fuera fácil, para que el público de distintos países pueda proyectarse en lo que cuento”, dice a El País.
En Nuevo Orden se retratan las consecuencias de la violencia simbólica y ejercida por parte de los ricos en contra de los indígenas. El grupo paramilitar que ejecuta y hace una justicia del Talión para muchos. Para otros, se trata de una reivindicación a priori a falta de la efectividad de las instituciones.
Esos grupos tienen una representación en las FARC, el EZLN, los normalistas de Ayotzinapa y todos aquellos grupos paramilitares que han tomado las armas, muchas veces ideológicas, para acabar con esos grupos de poder opresores.
Habrá un fuerte debate referente al Nuevo Orden. ¿Ejecuciones extrajudiciales o justicia necesaria? ¿El Nuevo Exterminio?