“Mi carnal se quebró a su ruca», dijo en voz alta uno de los amigos de Sergio Rafael.
Sí, dijo el asesino confeso, la maté. Luego, la metí en un tambo de basura y la quemé.
Ese diálogo de confesión llegó a los oídos de Marisela Escobedo, madre de Ruby Marisol Fraire, tres meses y medio después de la desaparición de su hija. Fue hecho por uno de los amigos de la expareja de Ruby.
Pero fue hasta enero de 2009, casi siete meses después que Ruby se esfumara, cuando se abrió formalmente un expediente por su desaparición. Esto daría pie al inicio de la búsqueda oficial por parte de las autoridades. Sin embargo, para la madre el peregrinar había comenzado un día después que la más pequeña de sus hijas no apareciera por ningún lado.
El calvario de Marisela tardó en llegar a uno de sus clímax cuando descubrió por sus propios medios que su hija era una cifra más de las 10 mujeres que matan al día, de acuerdo con fuentes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Su yerno era el culpable.
La muerte ocurrió en Ciudad Juárez, catalogada como una de las ciudades más peligrosas del mundo a raíz de la violencia desencarnada del crimen organizado por controlar esa plaza fronteriza para el trasiego de drogas.
Inmediatamente, el caso cobró relevancia mediática, tanto en México como en Estados Unidos. Así lo retrata el documental Las Tres Muertes de Marisela Escobedo, estrenado a mediados de octubre en Netflix.
“Le he perdido el miedo a la muerte. No voy a dejar de luchar hasta que se haga justicia”, se escucha decir a Marisela Escobedo. Y ella sería su voz: “Mi hija no está aquí, pero estoy yo para hablar por ella”.
Hay otro elemento que hace de esta historia todavía más indignante. Marisela prácticamente localizó y dio la orden para detener a Sergio Rafael. Ella sola hizo el trabajo de investigación. La detención ocurrió en Zacatecas. De vuelta a Chihuahua, en uno de los primeros juicios orales en la historia del entonces nuevo sistema de Justicia Penal, aunque el asesino confesó el homicidio e incluso pidió perdón a la madre de Ruby, fue liberado. Los jueces encargados del caso argumentaron que no había pruebas contundentes para dictarle una pena de 50 años de cárcel por el feminicidio de Ruby. Aunque ese caso se juzgó como homicidio calificado.
La rabia. El miedo a la injusticia. El enojo. La incertidumbre. Quizá esos adjetivos se queden cortos a lo que vivió por casi dos años Marisela Escobedo. De enfermera pasó a ser una de las activistas más reconocidas para exigir justicia por el asesinato de su hija. No había más opción para ella. La herida era tan profunda que, como ella lo dijo, el miedo a la muerte no le importaba ya. Tal vez una parte de ella estaba muerta cuando Ruby fue cobardemente asesinada por su entonces compañero de vida.
El lúgubre retrato de la vida cotidiana en Ciudad Juárez, acompañado del lúgubre trabajo de la Fiscalía General del Estado de Chihuahua, gobernado en aquellos años por César Duarte, quien hoy está preso en Estados Unidos acusado de nexos con el crimen organizado, deja ver la terrible soledad y desamparo en el que Marisela y miles de madres más estaba. Temiblemente, siguen estando.
El documental retrata, además, vicios de la justicia. De investigaciones tardías. Pero, sobre todo, la indiferencia de elaborar política pública con un enfoque preventivo. Marisela, de la noche a la mañana, se transformó en ministerio público, juez, rastreadora, vocera de su caso. Nunca dejó de ser madre. Porque, como bien dicen, madre hay una y dura para toda la vida. Incluso si se queda sola en el mundo.
Dos años más tarde de la desaparición de su hija, Marisela fue asesinada frente al Palacio Municipal de Chihuahua. Eran las 22 horas de un 16 de diciembre del 2010. Le alcanzó la justicia sumaria de Sergio Rafael, en ese entonces un jefe de plaza en un municipio de Zacatecas. Dos años más tarde murió impune. Murió sin haber pisado la cárcel por el terrible asesinato que cometió. En un enfrentamiento con elementos del Ejército fue abatido.
Las Tres Muertes de Marisela Escobedo es el retrato de miles de madres y padres que en su búsqueda de justicia pierden todo. Ante el desamparo y la mirada indiferente de las instituciones buscan justicia por mano propia. Con uñas y dientes rascan la tierra buscando las raíces que les fueron arrancadas.