Hace varios días estaba platicando con dos amigas entrañables que conocí cuando recién llegué a la Ciudad de México a trabajar. Desde entonces hemos compartido las alegrías, los éxitos, las derrotas y el esfuerzo doble que usualmente le hemos puesto a nuestro trabajo y a muchas otras acciones de vida. En ese sentido, reflexionamos durante varias horas.
Una de ellas me recordó cuando un compañero en el mismo nivel jerárquico, prefería en sus equipo de trabajo a personas de su mismo género. Nos volvimos a molestar al mismo tiempo las tres, el recordar que sí tenia a mujeres, pero ellas tomaban nota, servían café y le llevaban su agenda diaria. Todas ellas con estudios de licenciatura y un deseo enorme de que les dieran la oportunidad de mostrar su enorme capacidad. Pero no, su misión era justo permanecer en ese cargo. Han pasado muchos años de entonces, pero coincidimos que poco ha cambiado esta situación.
Seguimos observando la falta de mujeres en los equipos de toma de decisiones. Pero más allá de los argumentos que se han dicho en muchos foros y las miles de voces que se pronuncian a diario para pedir igualdad, llegando al extremo y digo al extremo porque no debiera ser, ni el uso de la fuerza o el uso de utilizar mecanismos jurídicos, cuando es un derecho ciudadano. Mujer u hombre en igual de circunstancias. Sin embargo, se sigue picando piedra para que se definan acciones de paridad y cada vez más, se puedan observar en espacios de importancia, el género femenino.
Discutimos que como mujeres, seguimos arrastrando las creencias, la cultura familiar en la que estamos inmersas, a que en todo momento realicemos multi tareas y por ende, con menos retribución económica o reconocimiento alguno. Incluso en la idea de que debemos esforzarnos más, porque estamos en desventaja.
En el lado opuesto, para ser visibles, mencionaba una de mis amigas, se observan mujeres que dejan de lado su femineidad para mostrarse fuertes a la par de sus colegas hombres.
Es claro que todos los días se ha insistido mucho en este tema. Sin embargo, veamos por dos minutos los equipos de algunas empresas o de los gobiernos en América Latina o en México. De 30 cargos de primer nivel, tan solo el 10% de ellos, se destinan a las mujeres. Sin embargo, las esperanzas las tenemos puestas en las nuevas generaciones en las que ellos ya se encontrarán un recorrido de larga lucha. La felicidad que mostramos las mujeres cuando llega una de nosotras a la vicepresidencia de un país, o cuando vemos a otra mujer liderando una empresa de autos en un país del oriente o que vemos que ya han tomado en cuenta al género femenino en actividades de gran relevancia se opaca cuando vemos por otro lado el incremento de feminicidios en nuestro país y en el mundo.
Por ello, es que, ¡Es tan importante visibilizar a la mujer! esa mujer que vemos en nuestra comunidad, la artesana, la estilista, la chef, la maratonista, la maestra rural, la enfermera, esas mujeres que construyen una familia, una comunidad, un país. Visibilizar cuán valioso es su actividad. Hacer notorio la gran aportación que realizan a diario.
Mujeres que vemos todos los días en nuestra colonia, en nuestro barrio, en el mercado, en los medios de comunicación o en cualquier ámbito.
Sé que quienes me leen, conocen muchas mujeres que tienen una historia digna de conocer, de compartir a los demás como un ejemplo y también para hacerle un reconocimiento. Además de poder conocerlas, se haría patente que muchas de nuestras mujeres construyen todos los días una historia de lucha, de éxitos familiares y que con su aportación van cerrando la brecha de desigualdad a las generaciones siguientes.
Si conoces a alguna de estas mujeres en tu comunidad, comparte su historia. Aquí la haremos visible y con gran orgullo mostraremos un poco de su biografía y su ejemplo de vida.
Las de chile seco
En las elecciones electorales en México, las mujeres desarrollan actividades de gran relevancia en tierra y no siempre son reconocidas en los hechos. En algunos estados de la república, son las que más votan, es decir, definen elecciones.