El relato de la historia desde un lugar de dignidad y amor: ‘El baile de los 41’

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En entrevista para IdentidadMx, Carlos Oropeza y Romanni Villicaña entablan una conversación respecto a sus personajes en la cinta, la reinterpretación histórica y la lucha hacia una sociedad diversa, inclusiva y no selectiva.

Cuando llegó la información de una redada en la colonia Tabacalera, el presidente Porfirio Díaz no dudo un momento en establecer que el conteo era erróneo. El personaje conocido a lo largo del país como El yerno de su suegro, Ignacio de la Torre y Mier, representaba un tambaleo tanto político como social; por lo tanto, no había más remedio que reprimir y acallar las habladurías, los periódicos no tardarían en aportar una visión retorcida.

Ante un evento histórico del cual la información escasea y sobre ésta sobresalen mofas e ironía pública, el 41 se ha convertido en un número prohibido para la idiosincrasia nacional. Especialmente un supuesto atentado a la masculinidad. ¿Quiénes eran realmente los participantes de aquella reunión? Ése precisamente es el trabajo central de la cinta dirigida por David Pablos, una epopeya histórica cuya tierra prometida es el entendimiento y reconocimiento por la diversidad sexual.

Carlos Oropeza y Romanni Villicaña poseen una formación similar, ambos de origen teatral -el primero egresado de la Escuela Nacional de Arte Teatral, y Villicaña del Centro Universitario de Teatro de la UNAM- se sometieron a un proceso de casting riguroso para la cinta, Patricia Ortiz fue la encargada de conformar el grupo de los 41, que en palabras de Oropeza “van desde actores, músicos, influencers, modelos y hasta personas contactadas por aplicaciones”; ciertamente un grupo actoral seleccionado con meticulosidad y complejidad.

Mediante ensayos, trabajos de improvisación y dinámicas de confianza grupal, acompañados de un coach actoral e incluso un historiador en el rodaje, los actores comenzaron una etapa personal- es decir- la construcción del personaje. Coinciden en haber elaborado una interpretación con respeto y evitando caer en clichés existentes en los medios de comunicación respecto a la comunidad LGBT+. Para Carlos Oropeza su personaje que está en contacto con Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera) se desenvuelve en un ambiente aristocrático, “quería resaltar el privilegio y la blanquitud de mi personaje, visibilizar una sociedad que en su momento debía ser cuestionada y el momento no lo permitió.” explicó el actor.

En el caso de Romanni Villicaña, expresó haberse enamorado por completo de su personaje- Agustín- desde el guion. Es el penúltimo miembro en unirse al club de los fumadores, distinguiéndolo del resto, su preferencia por vestir de mujer. El actor la bautizó como “la oculta entre los ocultos”, relatando que en una prueba de maquillaje para cámara supo que había logrado descifrar a su personaje, “es una chica trans, le dije a David Pablos, Él me dio licencia para construirla y tuve una especie de transición […]incluso bajé 15 kilos.”, comentó Villicaña. El actor considera que la atracción que sienten los personajes por pertenecer al club radica en la libertad total que el compañerismo provee, convirtiéndose en un espacio para aceptarse sin prejuicios sociales.

El baile de los 41, ofrece por primera vez un producto audiovisual que no desea utilizar recursos someros o burlescos para contar un pasaje histórico menospreciado en el país. Los actores confían en que la nueva producción de David Pablos hable por aquellos que ya no están, “hemos existido desde siempre y nuestra historia ha sido borrada. No somos una cosa nueva, no estamos enfermos, no es moda ni corriente económica […] merecemos un lugar humano que nos corresponde.”, detalló Carlos Oropeza.  La cinta aporta un reconocimiento especial a las luchas por los derechos humanos. Cabe decir, se cumplieron 119 años de esta redada acaecida el 18 de noviembre y para Villicaña los discursos de odio que debieran haber cesado, aún están vivos como hace un siglo; el actor recalcó sobre uno de los mensajes principales de la película “debemos referirnos a este hecho como una tragedia, pero aún existen muchos tabús respecto a la diversidad sexual.”

Una cinta histórica requiere de precisión. Cada uno de los elementos visuales y de ambiente deben proveerle al espectador la plena convicción de haberse transportado en el tiempo, tanto Oropeza como Villicaña resaltan en la confianza y calidad del equipo delante y detrás de cámaras. Fotografía, arte, guion, dirección, y actores se conjuntaron para lograr un filme mexicano, de esos que escasean. Recordó Carlos Oropeza que las fechas de grabación coincidieron con los momentos históricos a representar, la redada se grabó el mismo día que la sucedida en 1901. “Había una mística presente en la película. Me atrevería a decir que eran las voces de los 41 que se atreven a gritar hoy a través de nosotros”.

La película encargada de invitar de regreso al cine se exhibe como una historia con capas de crítica social hacia la sociedad porfiriana. Un reflejo actual de los complejos raciales, reprimendas sexuales pero que en el fondo subyacen historias de amor y de auto descubrimiento.

Para aquellos espectadores de El baile de los 41, los actores desean que sirva como una apertura hacia el cuestionamiento de creencias arraigadas, un empujón hacia la petición de justicia y, sobre todo, una oportunidad para comprender y amar lo que somos.