Casualidad. Destino. Tal vez premonición. Hace cuatro años, un 25 de noviembre del 2016, el comandante Fidel Castro moría. Hoy, a los 60 años, también ha partido Diego Armando Maradona. Para muchos el más grande. El más juzgado afuera de la cancha, porque dentro de ella no hubo argumento que valiera para hacerlo.
La historia junta hoy al hijo pródigo de Cuba. Quien azotado por sus adicciones se recluyera en la Isla y con la guía de Castro salvara una de sus tantas muertes. La historia los ha condenado a estar unidos.
Hablar De Diego Armando Maradona es hablar de un futbolista que tenía claro lo que quería en el mundo: jugar al futbol profesional y salir campeón del mundo con su amada albiceleste. Nacido en Villa Fiorito hace 60 años, el Diego forjó una zurda inmortal en un potrero que moldeó el temperamento de un niño que nunca estuvo cómodo en la pobreza en que nació. Él solo quería ayudar a sus viejos. Así lo recalcó en las miles de entrevistas que dio.
Su debut, un 20 de octubre de 1976 con Argentinos Juniors lo hizo echándose el equipo al hombro con tan solo 15 años en un reñido encuentro con Talleres de Córdoba. Incluso, la primera bola que tocó fue para hacerle un caño a su marcador. Ese día, el 10 daba la pauta de lo que sería su carrera. De ahí, pasa a su amado Boca Juniors. Boca de su corazón. Un 22 de febrero de 1981 debutaba con dos tantos ante el mismo equipo contra el que había dado sus primeros trotes en el futbol profesional de la primera división argentina.
De ahí todo fue un sabor agridulce para el astro argentino. Pasó a Europa, donde con el Barcelona tuvo un paso accidentado, pero donde dejó huella. Luego, se consagró con el Nápoles de Italia y los hizo tocar el cielo. Y él, tocaba el infierno. Sus adicciones. Alcohol y cocaína se convertían en fieles acompañantes el 10. Su futbol se manchó. Como él lo dijo en su retiro simbólico en una Bombonera repleta: «Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».
En el 86, con un estadio Azteca a reventar hacía la hazaña. Se echaba el equipo al hombro y dejaba plantados a esa maquinaria alemana y levantaba la Copa del Mundo. Ahí se forjó la leyenda del 10. Ahí comenzó la visita del Diego a los Círculos del Infierno.
En otro mundial, el del 94, luego de que Argentina venciera a Nigeria 2 a 1, a Maradona le practicaban un antidoping. Cinco días después, salía positivo.Para él, le habían cortado las piernas. No se había drogado.
Maradona fue un genio dentro de la cancha. Tiraba caños al por mayor. Sus goles eran de otro mundo. Los hacía sin ángulo. Los hacía desde lugares totalmente inesperados. Sus hombros no le pesaban aunque trajera a un país encima viéndolo y alentándolo para levantar la copa. Fuera de ella aventaba diatribas de izquierda. Lula, Fidel Castro, Cristina Fernández, el mismo Hugo Chávez le tendieron la mano en sus días más oscuros.
Como él no habrá dos. Eso es una realidad.
Se va Diego, se queda Maradona. La leyenda. El inmortal. El de la zurda de oro.