Quizá todos soñamos con escribir las últimas horas y, al mismo tiempo, hacer una remembranza sobre la vida de nuestros padres. Si, un homenaje. Pero el dolor, las lágrimas y la no-frialdad para para describir con precisión quirúrgica esos últimos minutos sin una futura ausencia que pesará siempre nos lo impiden.
Rodrigo García, hijo del escritor colombiano Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, en el libro Gabo y Mercedes una despedida nos ayuda a reconstruir y entrar en la intimidad del nobel colombiano. Algo que muchos lectores fantaseamos desde aquel jueves Santo del 2014. Un día que ni las rotativas funcionaban y él las encendió en un homenaje más al oficio que lo formó: el periodismo.
La narrativa de Rodrigo es lúcida. Plena. De una estética que nos ayuda a dibujar el rostro de padre, esposa y abuelo de un hombre que era de todos. Que en sus obras se entregó a los lectores, pero nunca como un simple terrenal. Todos imaginamos al periodista García Márquez en un Macondo utópico tomando notas y recabando las vivencias para su obra cumbre. También, la fiesta de luces, olores y memorias que precedieron su partida. Una inminente despedida a la que uno nunca se acostumbra.
En cada frase se ve una ventana hacia un García Márquez que siempre fue hombre de familia. El escritor que hacía pausas en sus trances para hablar del mundo trivial y cotidiano que rodeaba a una familia tradicional. También, da ligeras pistas sobre aquellas motivaciones que siempre tuvieron la mente del nobel ocupada.
Claro, sin dejar de lado que como cualquier ser humano su desenlace sería inevitable y fatal como el de todos: la muerte física. Aunque de sobre está decir que él ya tenía un lugar en la inmortalidad de las letras. De la historia. Del periodismo.
El deterioro en la salud, propia de un hombre de 87 años, es tratada con delicadeza. Nunca con ese morbo de quien presencia la muerte de un joven que apenas alcanza los treinta. El cuidado en cada letras es parte del cuidado al legado de un autor que deja tras de sí la creación de mundos en los que el realismo mágico no será lo mismo sin él.
Adiós, Gaba
Mención aparte merece la segunda parte del libro en la que Mercedes, la eterna compañera del Gabo, quien acompañó de una manera estoica al escritor hasta su último suspiro. Retratada como esa mujer fuerte, orquestada y que más allá de ser una espectadora fue en sí misma una parte medular del éxito literario del colombiano.
Para Rodrigo, como para muchos de nosotros, no se entendería la vida de Gabriel García Márquez sin la de Mercedes Barcha, un equilibro. Un justo medio aristotélico en su vida. El mejor punto de encuentro para alguien que siempre tenía los ojos puestos en órbitas que solo ellos dos alcanzaban a ver.
La despedida fue para ambos. Una despedida que muchos lloramos. Una despedida que a Mercedes se le negó en la magnitud de su historia por una pandemia que nos tiene encerrados.
A Gabo y Mercedes se les entiende desde el amor, la complicidad y el estoicismo. También, en el agradecimiento por haber sido el ejemplo inmaterial de un amor juvenil que encontró un estado de gracia perpetuo.