Desde hace más de 60 años, el Internado Infantil Guadalupano (IIG) se ha dedicado a dar segundas oportunidades de vida. A recuperar y resarcir derechos fundamentales que les han sido negados a miles de niños.
Fue el Hermano Lasallista Miguel Cacho Villa quien, con una visión innovadora, dio paso a uno de los modelos de internamiento que se alejaron de los tabúes de “casas de niños problema”: el Internado Infantil Guadalupano, una institución del Red de Instituciones Lasallistas, cuyo funcionamiento es posible gracias a los donativos.
Su idea fue apostar que los menores infractores que encontró en su apostolado tuvieran acceso a educación y la atención necesaria para poder reintegrarse a la vida. O bien, conocer esa vida feliz, productiva y, sobre todo, en la que el amor jugará un papel fundamental en su desarrollo. Así, daría los primeros pasos para fundar un lugar donde esos niños y adolescentes encontrarán una verdadera segunda oportunidad de vida.
Pobreza: principal motivador
Cuando uno explora la historia del IIG cae en cuenta que hay un denominador común que motiva su tarea diaria: la pobreza. Sí, esa condición que impide que niños y adolescentes tengan acceso a lo básico: techo, escuela y alimentación. Aunado a esos, los derechos fundamentales de la primera infancia juegan un papel primordial en el trabajo del Internado.
“Sigue habiendo muchos niños y niñas que no cuentan con sus derechos fundamentales para desarrollarse integralmente. Esta es la razón fundamental de que el Internado siga existiendo y teniendo una presencia importante en el oriente del Valle de México”, cuenta el Hermano Víctor Ramos, director del IIG.
Además, explica que su labor es hacer una especie de “equipo” con el Gobierno, que cuenta con instituciones de este tipo operadas por el DIF. “El gobierno tiene una responsabilidad jurídica de proteger a las niñas, niños y adolescentes, especialmente de aquellos que no cuentan con lazos familiares. El Internado Infantil Guadalupano, como muchas otras instituciones de la sociedad civil, asume esta responsabilidad como un compromiso social”, asegura.
También, desde su perspectiva la Iglesia, como parte de la sociedad ha asumido compromisos y responsabilidades que son de mucha utilidad para las poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Garantizar Derechos Fundamentales, acceso impostergable
La misión del Internado responde a una necesidad vigente: el gran rezago social que se vive en el país y ellos se han enfocado en el oriente del Valle de México, zona en la que la pobreza, la marginación y la delincuencia infantil y juvenil alcanzan niveles alarmantes.
Lo ideal, dice el Hermano Víctor Ramos, “sería que todas las niñas y niños cuenten con sus derechos fundamentales y no estén expuestos a riesgos sociales; que todos tengan a un familiar responsable de su educación y bienestar”.
En este supuesto, enfatiza, la misión del Internado habría concluido. Tristemente, las estadísticas y los pronósticos para los próximos años nos dicen que habrá muchos niños que van a requerir del apoyo del Internado y de otras instituciones. Lo bueno de esto es que nos seguimos preparando para realizar cada vez mejor nuestra misión.