Durante 261 minutos, distribuidos en ocho episodios, el documentalista y cineasta, Olallo Rubio, narra la historia de una banda de narcotraficantes, bautizada por la prensa oficialista como los Narcosatánicos.
Adolfo Constanzo, nacido en Miami de padres cubanos, era el líder de la banda. Bajos sus instrucciones reunió a un grupo de mujeres y hombres que, además de ayudar en el trasiego de drogas en la frontera de Matamoros con Estados Unidos, se erigieron como un culto al servicio de políticos y famosos. La utopía era la de un futuro mejor. La de un superhombre encarnado en Constanzo.
Justicia a medias
Pero en ese entramado aparece un nombre que ha estado en el imaginario colectivo de la justicia mexicana: Sara Aldrete. Una mujer que en el inicio de sus veintes fue sorprendida por un Constanzo manipulador y endiosador. Adulador y narciso, logró que Sara se uniera a él. A que juntos emprendieran un camino sin retorno en la santería.
Olallo Rubio rescata una vieja entrevista que le hizo a Aldrete en prisión hace más de dos décadas. La voz de una Sara que recorre pasajes oscuros de la justicia mexicana y que nos hace preguntarnos sobre una presunción de inocencia que, cruzando las versiones que se escuchan a lo largo de ocho capítulos, deja más verdaderas que dudas.
Una entrevista que a lustros de distancia revela una justicia maltecha que lleva años agonizando. Una justicia selectiva. Una justicia solo para unos cuantos.
La persona con más tiempo en prisión
Condenada a más de 600 años de cárcel, Sara Aldrete fue elegida como el trofeo mediático de un caso que llegó hasta la boca de la gran Oprah Winfrey. Hoy, en México es la persona que lleva más tiempo en reclusión. Desde ese no-privilegio ella lucha por demostrar su inocencia. Cueste lo que cueste.
«Yo fui a la cárcel por algo que no cometí. Por algo que no hice», resume una resignada Aldrete.
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