Era el primer encuentro entre Joe Biden, Andrés Manuel López Obrador y Justin Trudeau. Las expectativas eran moderadas.
En México, la oposición auguraba una derrota diplomática del presidente mexicano. Una Cumbre Trilateral que podría ser el punto de inflexión en la historia de la región.
Muchos pensaron que el tema central sería la migración. También, que habría reclamos en el tema de la Reforma Eléctrica que López Obrador ha impulsado en San Lázaro. La realidad fue otra. El Primer Mandatario Mexicano lanzó una diatriba que pocos esperaban: “El T-MEC es el mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada del crecimiento de otras regiones del mundo, en particular la expansión productiva y comercial de China”.
Los datos que mencionó fueron una llamada de atención para toda la región. “No olvidemos que mientras Canadá, Estados Unidos y México representamos el 13% del mercado mundial, China domina 14,4% y este desnivel viene de hace apenas 30 años, pues en 1990 la participación de China era del 1,7% y la de América del Norte del 16%”.
Y, desde la perspectiva de López Obrador, si no se refuerza la integración comercial de América del Norte, dentro de tres décadas China dominará el 42% del mercado mundial.
Su declaración, a modo de propuesta, tuvo una respuesta positiva. Horas más tarde la cancillería mexicana dijo que Estados Unidos también apoyará el programa Sembrando Oportunidades en Centroamérica y el sur del país, en una especie de experimento para resolver, en parte, la crisis migratoria proveniente de esa región del continente. Así, con el fortalecimiento regional de economías, las preocupaciones se irán hacia otros lares.
El trato de iguales que le ofreció Biden a López Obrador va más allá de la cuestión retórica diplomática. Ambos mandatarios tienen algo en común: esperaron toda una vida política para alcanzar el máximo grado en un puesto de elección popular. También, su visión de apoyo a los de abajo refleja simpatías en un trato que se esperaba áspero.
Con Canadá, el canciller Marcelo Ebrard dejó en claro que México seguirá buscando un acuerdo con Canadá para modernizar las plantas hidroeléctricas que hay en el país. Tampoco hubo reclamos. Y todo quedará en el sector público, ya que sería la empresa pública quebequesa Hydro-Québec la encargada del proceso de asesoramiento.
Y claro, no podía faltar la petición del mandatario mexicano a Biden para acelerar una reforma migratoria y darle certeza jurídica a 11 millones de indocumentados que viven en la Unión Americana. 5 millones, mexicanos.
El reto es colosal: hacerle frente, unidos, a China. Si se logra ese bloque, que no es una utopía, entonces podrán detonarse desarrollos regionales, se mejorarían condiciones de vida de los más de 50 millones de pobres que habitan en el país. De ahí vendrían inversiones que generen más y mejores empleos. Y, como consecuencia: disminuirías índices delictivos y…migratorios. Sería una cadena que atendería las causas de lo que hoy se vive en las fronteras mexicanas y estadounidenses.