Teodoro González de León: Un mexicano universal

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Por M. Tuda.

Me gustaría empezar con un texto de William Curtis:

“… el análisis de una identidad mexicana debe de ser analizada cuidadosamente como lo que es: un entramado ideológico que ha luchado con el problema de integrar lo nuevo y lo antiguo, lo hispánico y lo prehispánico… lo moderno y lo mestizo, lo nacional y lo internacional…”

¿Cuál es la identidad mexicana arquitectónica? ¿Cómo llegar a la aclamada modernidad mexicana?

Teodoro González de León, no sólo arquitecto, sino artista y escultor, forma parte de un selecto grupo de mexicanos que ha logrado integrar la modernidad sin olvidar sus raíces. Hablamos de personajes como Luis Barragán, Octavio Paz, Rufino Tamayo, Carlos Fuentes. Todos con un común denominador: Han sido más valorados fuera del país que dentro de él.

¿Qué nos ha dejado Teodoro González de León? La Ciudad de México, simplemente, no se entendería sin la obra de Teodoro. Dentro de su extenso trabajo, me gustaría hablar del museo de arte contemporáneo Rufino Tamayo

“… que crezca como un árbol…”

Fragmento de conversación entre Rufino Tamayo, Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky.

En el documental “Teodoro en Concreto”, el arquitecto narra que sólo los permisos para conseguir el terreno en el bosque de Chapultepec, tardaron más de nueve años, más todas las implicaciones de un proyecto que parecía sumamente complicado no sólo por la ubicación, sino por las áreas del programa.

Otro museo, sobre Paseo de la Reforma, es el Museo Nacional de Antropología de Pedro Ramírez Vázquez; potente, es imposible no verlo. La fuente del dios Tláloc, la celosía de Manuel Felguérez, la placa en mármol con el símbolo nacional. Un lugar visible y digno, con la capacidad de ser un hito en la Ciudad de México. Cualquier persona que haya estado en la capital sabe de él.

Pero, ¿qué pasa con el Museo Tamayo? Si uno conduce o camina sobre paseo de la reforma, difícilmente podrá verlo. Sólo hasta que nos detenemos un momento, podemos notar la existencia de un edificio entre los árboles.

“…la gran arquitectura hace que de pronto nos detengamos a ver un edificio… yo creo que eso es lo que logra Teodoro González de León en sus edificios…”, menciona Juan Villoro en el documental “Teodoro en concreto”.

Uno de los mayores aciertos, a mi parecer, es la distancia aproximada de 110 metros que separa el Paseo de la Reforma y la plaza del museo. Una caminata en medio del bosque para encontrar con lo que el propio Teodoro denominó como “una ruina prehispánica” . Un edificio con muchas referencias formales a una construcción precolombina.

La primera, y la más obvia, el escalonamiento de los volúmenes principales que forman los famosos tragaluces del interior; la segunda, las escalinatas que conducen al interior del museo; la tercera, la gran plaza que funciona como vestíbulo fuera del museo, pues casi todas las obras de Teodoro son inconcebibles sin estas plazas; por último, los taludes cubiertos de vegetación, simulando las pirámides perdidas entre la vegetación.

El interior está divido en tres naves principales: la central, espectacular, revela un patio atemporal donde no hay vegetación. Sólo reinan los sombras provenientes de estas trabes gigantes que vuelan sobre la cabeza, no hay reloj. No hace falta, las sombras indican las horas del día pero no los meses, tampoco los años.

Teodoro y Abraham cubren este palacio perdido con un concreto cincelado (con mármol), el cual recibe perfectamente la luz descendente del cielo prehispánico o actual que no muestra idea del tiempo. Taludes y escalinatas, juegos de muros inmensos. ¿Cómo lograr la libertad con muros y techos? Hay que aprender de Teodoro.

Dentro de la primera nave (izquierda a derecha), encontramos un muro al fondo iluminado con otro tragaluz, el cual revela la textura, las piezas el tiempo. Al final de esta primera nave, el lugar más íntimo del museo: un pequeño patio, con una placa que nos ayuda a recordar a dos personas clave para la existencia del museo, Olga y Rufino. Este espacio sólo limitado por el cielo y los álamos del bosque de Chapultepec.

Hoy han cerrado todos los museos de la CDMX, espero pronto este encuentro con el gran edificio.