Mientras el coronavirus continúa vaciando las calles y los recintos culturales, la Gran Muralla china – luego de dos meses de clausura por la pandemia – ha reabierto sus instalaciones para los visitantes, quienes deben someterse a controles de equipaje, controles de temperatura y códigos móviles para monitorear la salud de los mismos. Asimismo, es necesario utilizar mascarilla, ubicarse en asientos alternos dentro del autobús y documentarse en la entrada.
Sin embargo, han sido pocos los valientes que se han aventurado a la Muralla, pues desde su reapertura este 24 de marzo, no han superado las 4 mil visitas. Por el momento, sólo la zona de Badaling, parte restaurada más cerca de Pekín, ha recibido a los viajeros. Con los hoteles y tiendas cerrados desde el 25 de enero, dan la impresión de pertenecer a un pueblo fantasma.
La muralla recorre las aún nevadas montañas chinas, bañadas con cerezos y pinos. Declarada como patrimonio Mundial de la UNESCO desde finales de los ochenta, la ‘Gran Muralla’ se siente desolada luego de haber alcanzado, hace más de una década, el Récord Guinness con 200 millones de visitantes.
Por el momento, la ciudad de Pekín no ha impuesto una cuarentena tan rigurosa como en otras partes del globo, pero las salidas sí se han limitado a las fundamentales, con protección y pasando por estrictos controles.