En América Latina es difícil saber a qué se le tiene más miedo: si al Coronavirus o a los malos gobiernos. Ya en la cotidianidad ha sido una cruz lidiar con gobernantes incompetentes que pretenden esconder la pobreza y su malas decisiones debajo de la alfombra.
La pandemia nos puso de frente dos problemas que tenía la región antes y que podrían agravarse con ella: la pobreza y la incompetencia. Los latinoamericanos somos expertos en surfear las crisis, verle el lado bueno a todo lo que nos ocurre y minimizar los problemas que nos aquejan. Estas características han ubicado a varios países en el ranking de lo más felices, por encima de naciones que tienen poco de que preocuparse.
Una vez, trabajando en la Asamblea Nacional de Venezuela, escuché que en un parlamento de un pequeño estado en algún país de Europa, estaban discutiendo en qué forma se iban a cortar los arbustos en los camellones: firts world problem. Otro diputado comentaba que, como misión diplomática, había asistido a un pueblo de Alemania y había ido a comer con el alcalde. Le preguntaron sobre la asignación de presupuestos, salud, seguridad, a lo que el alcalde respondió que ellos no contaban con cuerpo policial, que en el pueblo no sucedía nada y que lo más sensacional que había pasado en cuanto al último tema, es que dos años antes a esa conversación, un foráneo había intentado entrar en una casa para hurtar algo.
Lo que estamos atravesando hoy, sin embargo, ha dejado sorprendidos y con poca capacidad de maniobra a muchos países que parecieran ser mejores ejemplos que nuestra latinidad. La canciller alemana, Angela Merkel, se encuentra en confinamiento por sospecha, el primer ministro británico, Boris Johnson, internado a causa de contagio, Italia tratando de aplanar su curva y España pisándole los talones. Pero ¿qué está pasando en este lado del mundo?
No sabemos si lo tarde que llegó el virus a nuestras latitudes es suerte, si realmente estamos tomando como ejemplo las malas prácticas europeas para evitar cometer el mismo error o si nuestra introducción tardía a la pandemia nos da más esperanza de combatirla con la cura a nuestra disposición, tal vez sabremos éstas respuestas en lo que corre el mes de abril.
Lo cierto es que en el momento en que estoy escribiendo este artículo tres países de América Latina acumulan el 75% de los casos registrados en la región: Brasil, Chile y Ecuador. México va lejos de estos tres. Las proyecciones de la secuela económica que vamos a experimentar una vez haya drenado el estrés de saber que estamos muriendo por una enfermedad, auguran momentos difíciles a nivel mundial ¿cómo lo estamos afrontando?.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro en principio había declarado la emergencia más bien como “histeria colectiva” y tomó medidas de forma tardía, al igual que el presidente chileno, Sebastián Piñera. Mientras tanto Ecuador acumula el mayor número de contagios y decesos en la ciudad de Guayaquil, una zona costera con una idiosincrasia y unas condiciones de miseria exclusivas que son la razón principal de su crisis particular.
En México, son muchos los que han criticado y comentado que han sido laxos con las medidas, que las declaraciones del presidente no son coherentes con los ejemplos de otros países y que su actitud de: no quedarse en casa, abrazar, besar y mantenerse de gira podría traer un desenlace fatídico para el país, sin embargo, la realidad es que, según cifras oficiales, contamos con 27 casos por cada millón de personas y 194 muertes en total.
A la par de estas críticas al presidente, muy pocos negativos podrían comentarse del Sub Secretario de Salud, Hugo López-Gatell, que ha sido el faro que nos ha guiado. Creo que ha dado información oportuna, ha sido responsable en sus declaraciones y ha querido manejarse con la verdad en todos los puntos. Los anuncios de las fases, la advertencia de que vamos a iniciar la curva en los próximos días y que van a aumentar los contagios y los decesos, da claridad y un poco de certeza, que es lo más importante para sobrellevar la crisis. Los mexicanos que pueden mantenerse en sus hogares lo están haciendo como medida para cuidarse a ellos mismos y a los demás, mientras los que están imposibilitados para quedarse en sus casas, por diversas razones, siguen trabajando para mantenerse vivos, porque parece más mortal el confinamiento en la pobreza que la exposición en la pandemia.
En su Discurso al pueblo de México del pasado 5 de abril, el presidente decía “Desde el primer momento tomamos la decisión de dejar la conducción de toda la estrategia sanitaria a los médicos especialistas y científicos que, dicho sea de paso, son eminencias con vocación social. Reitero, los políticos no somos todólogos.”
Y creo que esa es la clave de esta encrucijada en la que estamos; no es momento para protagonismos presidenciales, sino para responsabilidad profesional. Estamos en las manos de los que se formaron como especialistas de la salud, los gobernantes tendrán oportunidad de demostrar sus dotes en otros aspectos igual de determinantes durante y después de la pandemia.
Debemos recordar que el activo más importante que tenemos a nuestra disposición hoy son los valores básicos de convivencia social: sensatez, solidaridad, sentido común. Hagamos sociedad, mantengámonos informados y hagamos la parte que nos toca #QuédateEnTuCasa.