La migración kazaja de primavera: tercera parte

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Por Erik Strevel.

Al llegar a los refugios (por así llamar a una choza de madera que consistía en simplemente 4 paredes y nada adentro), así como los días subsecuentes, nuestra rutina fue romper el bloque de hielo que veníamos arrastrando con dos caballos y calentar un trozo para poder beber agua después de jornadas que iban de 10 a 13 horas por día. Traíamos un poco de carne seca y la comíamos lentamente. Tu cuerpo no te pide ser alimentado, tu cuerpo simplemente te pide parar. Ni Mustafá ni yo comíamos ni bebíamos mucha agua, sino todo lo contrario.

Al segundo día, mi mente empezó a distorsionarse. Comencé a cuestionar mi relación con mi familia (en donde nunca ha habido un problema, cabe resaltar), mi empleo, mi manera de vivir y de las personas con las cuales me he rodeado toda mi vida. En pocas palabras, tu mente deja de estar lúcida, cuestionas y confrontas internamente cualquier cosa que te cruce por la cabeza mientras sabes que eres responsable de tu vida y tener la hombría de hacer llegar a 450 animales a su destino final en la frontera norte de China. Siberia no me estaba tratando de la manera que imaginé cuando estaba en Mexico planeando este viaje.

La migración dejó de ser un reto físico y se convirtió en un reto espiritual y mental. Después de los cuestionamientos y de la confrontación con tu escenario de vida, con tu realidad, viene una segunda fase de deterioro interno: la pérdida de la esperanza. Comencé a tener ataques de pánico, empecé a hablar conmigo mismo para no sentir la soledad. Al mismo tiempo sabía que faltaban 4 días sin saber a dónde me dirigía exactamente.

Las marchas sobre el Rio Hovd comenzaron a generarme casi una fobia por caminar sobre el hielo. Hasta el día de hoy juro cómo escuchaba el crujir de la capa de hielo y donde se podría romper en cualquier momento. Temprano el tercer día, veíamos morir al siguiente animal; un becerro que no resistió el frio e igualmente colapsó. Yo ya no pensaba más en la compasión, sino en mi objetivo. Incluso ahora que estoy sano y salvo en casa, veo las fotografías y videos que logré tomar y me hacen ver que no estaba cuerdo en esos instantes. ¿Cómo podría yo tener la capacidad de fotografiar y grabar la muerte y ni siquiera recordarlo? Por supuesto que en algún punto de la migración decidí no tomar más fotografías y enfocarme a sobrevivir.

La tercera parte de mi transformación mental fue la más interesante y la que me dio vida para seguir adelante. Recordé todo lo que había vivido en mis años como jugador de futbol americano, así como mis objetivos que había alcanzado para poder estudiar y vivir en el extranjero y obtener mi trabajo. Trazarse metas es una condición infalible del éxito, pero nuestra adaptabilidad a las circunstancias que sean y entender que son procesos o ciclos que formarán tu camino, es sin lugar a duda la clave para alcanzar todos tus objetivos. Empecé a fijarme metas: hoy tengo que llegar a la curva donde inicia esa montaña. “En cuanto llegue, me moveré al siguiente objetivo y así me mantendré de pie”, pensaba. Así se pasaron el cuarto y quinto día, cuando empecé a dejar de temer a los aullidos de los lobos que nos seguían, al frío que había matado animales, al silencio absoluto y la falta de alimento a la cual fui sometido.

Para el sexto día, alrededor de mediodía, era cuando llegábamos a la casa de primavera. El camino era muy fácil, estaba trazado ya. Ya no había cuestionamientos, ni metas por diseñar. Habíamos logrado el objetivo de mover a cientos de animales y asegurar sus vidas para las siguientes dos temporadas. El sabor era agridulce, una parte de mí descansaba y decía: “Gracias, por fin has logrado otra meta más”, pero por el otro lado pensaba en qué hubiera sido de mi vida si no entendiera lo que acababa de aprender.

El sol saldrá mañana con o sin nosotros, nadie es indispensable en esta vida y al final del día nos debe importar más la felicidad y el goce de nuestras circunstancias, que nada tienen que ver con lo que acababa de vivir. La vida es para disfrutarla y hacer de ella algo que pueda dejar enseñanzas para las futuras generaciones. El éxito personal puede satisfacer el ego, pero el éxito grupal siempre enriquecerá de una manera muy particular.

Me despedía de Bolat y de su familia bebiendo vodka y nuevamente comiendo carne de caballo y vísceras, pero esta vez yo era el que repartiría el alimento. Esta vez, soy yo el que decide el rumbo de su vida y el que ha abandonado su ego para el servicio de los demás. Sería desde entonces una persona que se preocupa por el bienestar de los demás, que disfruta su vida al máximo y sin buscar tomar ventaja de las circunstancias para ser feliz. Empecé a crear mi propia felicidad con base en mi paz interna y el amor propio. Ese mismo amor propio que me conflictuó al principio de la migración había trascendido en lo espiritual. Me convertiría en un fénix, que habría renacido del superficialísimo mundo en el que vivimos para dejar un legado en mi gente de paciencia, amor, respeto y valentía. Ese es mi legado para ti.