Ian Curtis: el joven solitario, el mito eterno

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Por Bruno Gasi.

A mediados de los años setenta, un joven solitario se pasea por una pequeña ciudad distópica cerca de Mánchester, Inglaterra. Es de noche, acaba de disfrutar un concierto de Sex Pistols. En aquel entonces los acontecimientos políticos y las disputas sociales influían cada vez más la escena musical británica independiente. A priori dividida entre la buena onda de los Beatles y el aire rebelde de los Stones, ahora pintaba paisajes industriales y sombríos. El punk sigue causando un revuelo lleno de excesos y pretensiones pero también está cerca del final; un fenómeno de protesta tan radical ya no era sinónimo de vanguardia, sino una propuesta hacia nuevos horizontes.

En una línea paralela dos jóvenes salen del mismo concierto con una idea en común: formar su propio grupo. Están en busca de un par de integrantes más. Pronto las calles y los periódicos locales se tapizan con una invitación que el joven solitario no puede ignorar, pues hay intereses similares. Atendió el llamado. Cuando lo vieron no dieron suficiente crédito. El joven solitario no figuraba el clásico estereotipo, es delgado, altísimo y viste extraño. Una mezcla semiformal e institucional, predominan los tonos sobrios, oscuros. En cuestión de tiempo mínimo pusieron manos a la obra.

Al joven solitario le gusta leer a Nietzsche, Sartre, Hesse y sobre todo a Kafka. A la par disfruta de letras con melodías, es aficionado de un sinfín de figuras, especialmente devoto de un hombre llamado de mil formas, mejor conocido como David Bowie; también admira a Jim Morrison. Inspirados en el hombre estrella, el grupo decide llamarse Warsaw.

Comenzaron a tocar en bares locales con temas que el joven solitario compone en casa, letras que se convertirían en himnos. En los escenarios el espectáculo era distinto a lo que la pauta que esa época marcaba. El joven solitario es el vocalista, de tono grave y misterioso. Nada de gritos, solo electricidad. Baila con ritmos que en teoría no se bailan, gesticula ademanes extraños y articula todo de forma epiléptica derivado de la enfermedad que comienza a presentarse con mayor frecuencia. No sé si se trataba de un truco macabro. Luego se pega al micrófono y se deja llevar. No tardaron mucho en llamar la atención del público.

Casualidad o causalidad, grabaron algunos demos en el mismo estudio donde una afamada banda punketa, de nombre casi idéntico, solía trabajar. Comenzaron a presentarse bajo el sello que cambiaría la historia del rock para siempre. No era extraño notar ciertas influencias punk. Lo que era extraño era la nueva propuesta de sonidos, que mezclados con las letras del joven solitario — que asomaba el alma casi al desnudo entre versos íntimos y profundos — sugerían una identidad inmediata; la gente acostumbrada a los rezagos violentos ahora encontraba un puerto en donde había cierta certeza, un lugar en donde existía el reflejo que tanto hacía falta.

Después de lanzar algunos sencillos, apareció el primer álbum y las cosas se dispararon por los cielos. A pesar de no ser un éxito rotundo a primera instancia, una vez dominado el Reino Unido, Europa era el mismo cuento. No olvidemos que el joven solitario es un hombre casado, padre de una pequeña recién nacida. En realidad parece que esa relación era complementaria, más que afectiva; el matrimonio es solo un trámite que acredita la unión. Es sumamente sensible y comprometido con su trabajo aunque en el fondo crea que no existe necesidad de prolongar tanto una etapa; tal vez la música es solo un camino que desemboca en la literatura. Él se encierra a escribir en su estudio, ella educa y cuida a la niña. Pasan poco tiempo juntos, usualmente durante los fines de semana, cuando por mero ritual el joven solitario muestra señales de vida y comparten algunos elepés y libros. Después, desaparece con el grupo. Dicen que en algún punto de la gira se enredó con una periodista que los seguía a todas partes y no tardaron mucho en enamorarse.

La culpa toca la puerta, la epilepsia lo consume, los medicamentos no hacen justicia, pero él sigue apostando todo. En añadidura, sufre depresión crónica, una caída libre inevitable. La fama era algo que le aterraba, algo que evadía a toda costa. Él había construido una personalidad, existen pocos casos de lucidez descarrilada. Lo que nunca se supo es que por su mente rondaba nuevamente la idea de marcharse. La realidad es solo un término basado en valores y principios desgastados, mientras que el sueño continúa por siempre, escribe en una de sus libretas. Nadie, ni siquiera sus colegas, sabe qué pasa, en qué piensa, qué siente. El cúmulo emocional aprieta. El desamor con su esposa lo atormentaba; el amor con la periodista lo distraía. El joven solitario es el peor enemigo del joven solitario.

Una tarde sufre otro ataque en pleno acto, ya no se trataba de un baile. Empedernido regresa y de forma feroz cierra con un «nunca te desvanezcas», como si fuera la última vez que lo hace. En términos musicales hay un nuevo sencillo y un segundo álbum en puerta: el sueño americano es destino seguro. Hay días libres antes de cruzar el charco. Su esposa y su hija ya no viven ahí. El joven solitario abre la puerta y no encuentra a nadie en casa, solo su sombra. Por la noche pone una película sobre un hombre que fracasa como músico, se prepara café tras café y lee un rato. Dicen que ella sueña con The End, un extraño pasaje del enigmático Rey Lagarto.

En la mañana el joven solitario se fuma un cigarro y pone Iggy Pop al fondo. Entra a la cocina, se prepara para subir al escenario: la mesa de la cocina. Se pone la soga al cuello, no lo piensa. No hubo carta de despedida, solo una frase que complementaba lo que alguna vez escribió en la libreta. Ella llega más tarde y de reojo lo encuentra danzando en el aire. Era domingo, faltaba un día para conquistar el mundo. Tenía veintitrés años. Toda su obra cobra sentido, ¿a dónde se fueron las ganas de ser escritor?.

Un mes post tragedia se publica el sencillo más famoso del grupo, seguido del segundo álbum. Irónicamente habían acordado diluirse en caso de que algún integrante desertara, nunca acordaron de qué forma. Sin embargo algunos cabos quedaron sueltos, había letras y sonidos prometedores dignos a pulirse ante tal desgracia. Al año siguiente los demás se presentaron sin título. Entre cenizas nació New Order, el joven solitario observa desde un lugar muy lejano. El resto es historia. Bauhaus, Sonic Youth, The Cure, U2, Radiohead, Bloc Party, Interpol, etc. son solo algunas muestras de un legado que a la fecha, a pesar del tormento implícito, sigue siendo una referencia imperdible: Joy Division.

El 18 de mayo de 1980 Ian Curtis se convirtió en un mito eterno, como suele llamarse popularmente, un poeta maldito. Tremendo grupo el que toca en el cielo.

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Closer (2007) un filme biográfico impecable dirigido por Anton Corbijn, fotógrafo que siguió de cerca los pasos del grupo.

Livestream 40 aniversario luctuoso:

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