Felipe Calderón Hinojosa ha sido uno de los presidentes más polifacéticos de México. Encabezó la derecha democrática más recalcitrante del país. Conservador, calculador y frío en sus movimientos, en lo íntimo era la cara opuesta a esa imagen bonachona mostrada a los medios.
Su presidencia la inauguró con un despliegue militar para combatir el narcotráfico. A todas luces, una decisión sin planeación estratégica. Pero sí con un objetivo: legitimar una presidencia que hasta hoy ha sido cuestionada por la manera en que «la ganó».
En temas de seguridad hay dos capítulos que han saltado a la vista y dejado más dudas que certezas. El primero de ellos se refiere al asesinato de dos estudiantes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), campus Monterrey, quienes cursaban un posgrado como estudiantes de excelencia.
El gobierno de Calderón dijo, en todo momento, que esa acción heroica del Ejército Mexicano había sido en contra de peligrosos sicarios. La realidad fue otra. Y en su libro insiste en «sostener» su versión. Sin embargo, Alberto Arnaut, cineasta que realizó el documental Hasta los Dientes, en el que se contó lo que realmente pasó aquella noche de agosto del 2010 en la capital del Estado de Nuevo León, desveló un asesinato a sangre fría por militares que “confundieron” a estudiantes con sicarios.
A través de Twitter, Arnaut desmiente a Calderón. Con una serie de tuits le deja en claro que sí hubo criminalización por parte de su gobierno hacia los estudiantes. También, que los informes en forma de audio del entonces Secretario de Gobierno, Fernando Gómez-Mont, reflejaron y sostuvieron que las Fuerzas Armadas actuaron con ‘toda institucionalidad y profesionalismo’.
Lo que siguió a ese terrible hecho es algo más ruin y propio de alguien que el diámetro de su narcisismo no le permite ver: culpó al sistema de justicia y lo calificó de ineficaz. Y como bien dice Arnaut: «lo que omite decir es que esa cadena de impunidad fue promovida desde su gabinete».
El cinismo y la Hipocresía de Calderón no tienen límite. Sacó a soldados a matar. A matarse entre sí. Los mandó al matadero. En su sexenio viajar una carretera era entrar en el limbo. Nunca sabía si se volvería a escuchar la manija abriendo la casa que anunciaba nuestro regreso.