Leonora Carrington: la mente de un universo libre

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Por Nicole Charreire.

Hoy conmemoramos, tras 9 años de su fallecimiento, la esencia mística que Leonora Carrington irradiaba en cada una de sus obras e inmortalizada nos envuelve de aquél admirable imaginario donde la magia y los sueños son más tangibles que la realidad, un propio universo.

“En la vida uno debe hacer lo que le da la gana, porque la frase que comienza con ‘hubiera querido’ vale para una chingada”. —Leonora Carrington.

Nacida en 1917, Lancashire, Inglaterra, desde pequeña le habitaba un espíritu artístico, dibujaba todo aquello que le maravillaba y años más tarde se convirtió en una artista del movimiento surrealista. Leonora pasó una juventud en busca de su identidad, viajando con una fuerza de aventura y de siempre rebeldía, así, rechazó las imposiciones sociales que le deparaban a mitad del siglo XX.

Con padres herméticos dentro del catolicismo y el estallido de un ambiente bélico y de cautiverio, la vida la llevó por distintos rumbos para su desarrollo creativo. Su madre le regaló un libro de Herbert Read “El Surrealismo», donde encontró la obra de Max Ernst quien conoció más tarde, teniendo una relación afectiva; después se reunió con el círculo surrealista de André Breton y de aquí muchas de sus influencias y recorridos que erigieron una voz para su imaginario con una postura admirable sobre el feminismo.

“El surrealismo era un grupo compuesto esencialmente por hombres que trataban a las mujeres como musas, eso era bastante humillante. Por eso no quiero que nadie me llame musa de nada. Prefiero que me traten como lo que soy: una artista”.

«No tuve tiempo de ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista”.

Algo característico de Carrington fue esa independencia y fuerza en su discurso. Para los pintores y otros artistas de aquella época, era común inspirarse de mujeres con personalidades fuertes o simplemente por ser bellas ante los estándares, pero Leonora no se permitió ser elogiada y endiosada banalmente por los hombres.Ella creó del arte un universo donde plasmó infinidades de admirables obras y es reconocida por ello.

Ella misma nos dijo: “¿Que quién es Leonora Carrington? Una persona como cualquier otra que ha descubierto en la vida simplemente lo que ha podido. O quizá también alguien que ha sobrevivido hasta ahora con mucho cabrón trabajo, como se dice en México. Por eso tampoco me gusta que me llamen musa”.

El contexto la arrojó a una crisis de ansiedad y fue internada en un hospital psiquiátrico por sus padres, Leonora recordó esta etapa como una de las más difíciles de su crecimiento pero visto así, le arrojó una catarsis de donde se inspiró en escribir y publicar más tarde Memorias de Abajo, un texto fundamental del surrealismo. Después de esto, con ayuda del diplomático y poeta Renato Leduc, viajó a México e hizo de este su hogar hasta su fallecimiento. México le permitió ser ella misma, se adoptaron con tal cariño que fue el rebozo donde el esplendor de su alma ya no tuvo limites.

«Me gustaría deshacerme de las ilusiones. A mí lo que me fascina es tratar de acercarme a lo real, pero no sabemos nada. Y hoy vivo entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un género animal como el ser humano. Por eso me gustaría ser un elefante, pero salvaje, no dejarme de nadie; aunque la tortura continúa, dentro de la poca libertad que logré”.

Carrington denota su energía y sensibilidad, reflejada en cada obra. Al adentrarnos, nos topamos con un discurso personal y lleno de referentes autobiográficos. Leonora compartía el interés de los surrealistas por lo misterioso, el inconsciente y las imágenes oníricas, sin embargo su sello particular es definido por las criaturas y personajes fantásticos inspirados por el folclor celta, la alquimia, la lectura junguiana y el folclor latinoamericano.

“No era una poeta, sino un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sonrisa que se convierte en un pájaro, después en pescado y desaparece”. —Octavio Paz