Edward Hopper: el pionero de la soledad

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El siglo XX se encontraba a la vuelta de la esquina. La soledad y el existencialismo que definirían a este periodo de la humanidad desembocaría en movimientos y creaciones que le harían justicia al vacío emocional que se gestó en esos años. Las grandes guerras, la gran depresión, todo era grande e imponente. En el primer año del nuevo siglo, un joven Edward Hopper ingresaba a la New York School of Art. 

El prodigio nació en Nyack, una pequeña provincia a orillas del Río Hudson, el 22 de julio de 1882. Luego de graduarse en la Universidad neoyorquina, consiguió su primer empleo como ilustrador publicitario en C. Phillips & Company. Poco después emprendió su viaje por Europa. En París, ciudad que moldeó a los mejores escritores y pintores tan sólo una década después, Hopper se aproximó al estilo impresionista. Seis meses después, sus trazos estaban definidos. Juegos con la luz, interiores y la soledad de los personajes. 

Interior veraniego, (1909).

Mientras que en Europa se inclinaban por el fauvismo, el cubismo y el abstraccionismo, Hopper se sumergía en artistas como Monet, Pissarro, Corubet y Toulouse-Lautrec. Tras su paso por el viejo continente, regresó a casa. De vuelta, Hopper guardó en un cajón la nostalgia europea, dejándola empolvada, para concentrarse en la cotidianidad del sueño americano que vivía con sus propios ojos. El urbanismo de la ‘Gran Manzana’ y los acantilados, junto a las playas, de Nueva Inglaterra reinaron en sus cuadros. 

Blackhead, Monhegan, (1916 – 1919).

En 1918 se convirtió en uno de los primeros miembros del Whitney Studio Club, el centro más dinámico para los artistas renombrados de la época. Por unos años dejó a un lado la pintura y realizó grabados, con los que fue galardonado incluso por la National Academy. El éxito de sus acuarelas lo posicionaron como el mejor pintor realista en Estados Unidos. El espacio real sumergido en un silencio intangible fue clave en las emociones y contextos pictóricos del artista. 

Ventanas de noche, (1928)

Para 1933, el Museo de Arte Moderno de Nueva York le otorgó su primera retrospectiva. Unos años después, fue el Whitney Museum. Durante ese periodo se consideró el auge del pintor, pues su actividad era considerable. Sin embargo, el tiempo pasó y para finales de los cuarenta, esa chispa se fue apagando. 

“Ojalá pudiera pintar más. Me canso de leer e ir al cine”.

Trasnochadores, (1942).

«Trasnochadores muestra lo que me imagino en una calle de noche; no es necesariamente algo en especial solitario. He simplificado mucho la escena y agramado el restaurante. Quizá de un modo inconsciente he pintado la soledad en una gran ciudad». 

Los años le pesaron a Hopper y tuvo que someterse a varias cirugías de próstata. El 15 de mayo de 1967, en su estudio cerca de Washington Square Park, Hopper falleció. Fue enterrado dos días más tarde en Oak Hill Cementery, Nyack, Nueva York. Su colección fue heredada por Josephine Nivison, su esposa, quien murió 10 meses después y legó más de 300 mil obras al Museo Whitney de Arte Estadounidense. 

“El buen arte es la expresión exterior de la vida del artista y su vida interior resultaría en su visión personal del mundo. Ninguna cantidad de invención talentosa puede reemplazar el elemento esencial de la imaginación”. 

Gasolina, (1940).