Por M. Tuda.
“Music has always been like a curse to me. I’ve always felt driven to play it. It’s the first thing in my life, I go to bed thinking about it and I wake up thinking about it… It’s always there…” – Miles Davis.
Miles Davis, sin duda uno de lo más grandes músicos del siglo XX. En una sola nota, sosteniendo los dedos en pistones dorados, expresa a través de los labios negros la liberación de un espíritu que nunca habremos de comprender.
¿Qué vivió Miles? ¿Qué vio Miles que todos hemos visto? ¿Cómo puedo desconocer mis emociones hasta que Miles las toca? ¿Qué puedo decir de Miles? Si él lo ha dicho ya todo de mí. Arrogante, varonil y prepotente con la lengua. Suave, vulnerable y sensible con los labios. No toca la trompeta, se toca a sí mismo.
Trato de entender con todo esto que escribo y con lo que no, que el instrumento no es un objeto, es una extensión del propio cuerpo. Uno nace para estos objetos, uno es lo que es a través de ellos. Sin ellos, ¿qué somos? Hemos entendido que la danza es una extensión del cuerpo, donde los brazos se vuelven alas. La música no es una extensión del sonido, sino una extensión del alma. Y miles nació para la trompeta.
Hay muchas biografías de Miles Davis que saben más que todos nosotros, los datos, los números ahí están. Pero, ¿de verdad hemos entendido su música?
Escuchando Kind of blue, el disco más vendido en la historia del jazz, en particular la canción «So What», pienso: quiero que mis emociones sean las que tocan esa trompeta.
Cuando Paul Chambers recorre los dedos sobre el bajo, abre una conversación, entonces, el maestro habla. Miles responde con una voz silenciosa; todo parece tener sentido. Bill Evans completa, poniendo un contexto en el piano. Miles calla y deja que John Coltrane tome el mando, como cuando uno después de ser llevado por papá de la mano aprende a caminar solo. Por último, un James Cobb que extiende los brazos para empujarnos dentro de nosotros mismos.
Miles no es sólo el trompetista por excelencia, sino el trompetista del siglo XX. Es de igual forma un referente cultural y artístico para toda una raza, que desborda el tiempo. Mis abuelos y padres, como yo, hemos escuchado Kind of blue. Un disco que es la expresión máxima de lo que puede llegar a crearse.
Wayne Shorter explica que cuando tomaban clases en Julliard en NY, una profesora mencionaba que el origen del blues viene del sufrimiento, de la esclavitud y la liberación. Mientras Miles, contestaba…que eso era una maldita mentira.
Miles Davis nos ha enseñado que el verdadero blues no viene de un pasado oscuro y trágico, sino de nuestro interior. Una super estrella, un superhéroe mitológico, un ser humano de una gran sensibilidad. El mejor trompetista de todos los tiempos, me atrevo a decir.
Cuando joven, pasó por adicciones, incidentes familiares, incluso situaciones con la policía. Todo esto alimentó a un espíritu al cual celebramos hoy, por llegar a donde pocos han llegado. A los más profundo de nuestros seres hambrientos porque alguien más nos comprenda, nos represente y nos haga trascender.