Circo, maroma y teatro a la mexicana: crítica de Historia de un crimen

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En plena Semana Santa del 2010, el público mexicano atravesó una ruleta de emociones al enterarse por cortesía de todos los medios de comunicación, la historia de una niña desaparecida casi por arte de magia en plena noche. La localidad de tal acontecimiento era el municipio de Huixquilucan, territorio del procurador Alberto Bazbaz y por consecuencia lógica, del partido priista. El caso cobró vida al verse convertido en un circo mediático y como si se tratara de una serie estadounidense policial –pobremente realizada-  se tornó en una cacería por obtener la primicia, las entrevistas con los involucrados y apuntalar a los posibles culpables; lo anterior, mientras el mexicano repasaba una y otra vez en noticias las pruebas y dando su veredicto final sobre el captor u homicida.  

Diez años después, en plena pandemia global y con un espectador completamente cautivo, Netflix estrena Historia de un crimen: la búsqueda, planteando las mismas interrogantes al llevar el caso al plano interpretativo (aunque siendo realistas en todo momento el caso siempre tuvo tintes más ficcionales que reales). Tras el estreno, surgieron un sinfín de críticas ante los realizadores y actores, señalando en redes: ¿cómo pudieron convertir una muerte en una serie cómica? 

Aunque la pregunta está bien planteada, la dirección y temporalidad está mal realizada. Eso, debió ser cuestionado y respondido por el sistema de Justicia hace algún tiempo. 

La serie, brillantemente actuada, evidencia un sistema gubernamental que está profundamente ligado con los medios, lo cual no es ninguna novedad, ¿o acaso no tuvimos como primera dama a la protagonista de la telenovela Destilando Amor? Relación sexenal, de rápido olvido. 

Compuesta de seis episodios, Historia de un crimen… gira en torno al actuar precario del procurador mexiquense, personificado por Darío Yazbek, como un hombre con grandes aspiraciones pero torpe en el manejo de su cargo y aparentemente ninguneado por sus trabajadores quiénes cariñosamente le apodan “Babaz”; como su contraparte está el astuto subprocurador Alfredo Castillo (Adrián Ladrón), en una especie de juego al estilo gato-ratón: cuando uno encuentra hallazgos relevantes, el otro se encarga de modificarlos a favor de la famosísima teoría de “la encontramos en el colchón”. 

Para completar el cuadro están los padres de Paulette, Lisette Farah (Verónica Bravo) y Mauricio Gebara (Daniel Haddad), así como Regina Blandón interpretando a una periodista comprometida con encontrar la verdad y a quien el caso le parece sospechoso por donde se vea. Sin afán de proveer spoilers, porque la serie merece la pena maratonearla, es pertinente decir que la creación de Netflix provee teorías sobre los hechos pero no está obligada –como algunos usuarios reclamaban- a resolver el caso, puesto que el rol de los medios no es tal. Desde el inicio, se menciona en repetidas ocasiones que las órdenes “vienen desde muy arriba” y se enlaza a la familia de Gebara con los grandes mandatarios del país, o por lo menos, del Estado de México.

Las elecciones presidenciales próximas a realizarse encuentran en el caso, una oportunidad para movilizar la opinión pública a su favor, teniendo como punto climático una conversación entre el subprocurador Castillo con el padre de la niña. Pero el mexicano, quiere un desenlace propicio a tanto barullo, (Es decir sangre y un mea culpa) y encuentra en la madre a la responsable; su perfil psicológico la señalan como una persona fría, calculadora, capaz de manipular emocionalmente y la cuestión no pinta a su favor, al “filtrarse” quién sabe de donde, un audio que la coronan como una mala madre, que no llora pero se escapa con su amante en Los Cabos.

La serie, apuntala esta hoguera mediática no para reivindicar a Lisette, pero para poner sobre la mesa que tal vez –y sólo tal vez- la culpabilidad recae en una orquesta mayor y no únicamente en un acto individual. 

Los amiguismos ensuciaron las pruebas y constantemente se recalca la importancia de “quedar bien con el gobernador”, puesto que “no se sabe qué deparará el próximo sexenio”. Inclusive, el ex jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera sale a relucir con la misma cantaleta. Los cambios en las versiones de los testimonios, el acorralamiento de las nanas en espera de una confesión, dan a comprender, que el caso no terminó por enjuiciar a alguien, porque existían intereses mayores de por medio, ¿cuáles?: políticos, de prestigio, personales y otros tanto que desconoceremos. 

Por otra parte, Regina Blandón, cuyo personaje podría –o no- estar basado en la periodista, ahora senadora Lilly Téllez, se adentra en un ambiente mayoritariamente masculino y que le plantea la disyuntiva de posicionarse laboralmente o presentar un reportaje contrario a la versión oficial; incongruencias del periodismo nacional que tornaron una noticia, en una especie de competencia por atinarle, como un 100 Mexicanos Dijeron.

El oportunismo, que se convierte en uno de los temas centrales, en lo político y laboral, también alcanzan sus garras a la mejor amiga de Lisette, Amanda de la Rosa (Diana Bovio), la infame Judas que por catapultarse como actriz –después de su experiencia como guionista del filme, Comando Zorras- lanzó un libro contando su perspectiva, dicen –quienes lo leyeron- que no hay nada nuevo, sólo una vaga reconstrucción de los hechos. 

Y es que sólo los mandatarios que movieron los hilos hace diez años, tendrán mejor delineado los acontecimientos; porque en la competencia política se vale de todo: arañazos, entorpecimiento y niñas encontradas en los colchones. 

La cereza del pastel de la serie, no es la tonalidad en la que se presenta –a ratos cómica, para aliviar la tensión- porque en realidad así fue presentado ante el público mexicano. Pero, como dice el procurador Bazbaz (Darío Yazbek) en su oficina “es que soy muy visual, y este esquema me ayuda a entender mejor las cosas”, la apuesta de Netflix se vale de recursos audiovisuales, para presentarle al televidente –más allá de las críticas someras- una oportunidad para revalorar el entramado gubernamental-mediático nacional, donde las cosas no son lo que parecen y no todos gustan de decir la verdad.