Por Anahí Lima.
Doctora, activista, pero sobre todo respetada entre los miembros de su comunidad. María Elizabeth Montaño Fernández fue encontrada sin vida el pasado 19 de junio a un costado de la carretera federal México-Cuernavaca. Sin aún confirmarse la causa de muerte, el caso toma principal importancia; además de ser reportada como desaparecida diez días antes, Elizabeth era una mujer transgénero de 47 años.
La comunidad trans, encima de ser polémica entre las teorías feministas y de género, sufre de una violencia y marginación muy particular. Si bien no existen estadísticas claras sobre la esperanza de vida, un informe de 2015 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reportó que en el 80% de los asesinatos a mujeres trans en América, las víctimas eran menores de 35 años. Asimismo, el riesgo de cometer suicidio o intentos de suicidio puede aumentar hasta tres veces más que una persona cis. Es por ello que lejos de saber si se trató de un suicidio o asesinato, la muerte de Elizabeth manifiesta la situación crítica que vive la comunidad transgénero.
Las violencias hacia la comunidad transgénero y su lugar en el feminismo
El debate con respecto al género e identidad de género, cuenta con muchas representantes importantes dentro del transactivismo y los distintos feminismos. De forma general, el género es aceptado como un constructo social que determina la identidad y el comportamiento que se espera de una persona. Sin embargo, las teorías difieren con respecto a su relación al sexo biológico y su flexibilidad.
Por un lado, existe la convicción de que el género es un espectro flexible, que cada persona puede elegir según su preferencia, como es el caso de las personas transgénero. Pero esto tiene un problema que los feminismos más radicales reconocen: el género es asignado desde el momento de nacimiento, junto con las expectativas y estereotipos que se le imponen a una persona dependiendo de su sexo (es decir, de sus genitales).
Incluso las mutaciones o alteraciones genéticas, no cambian la realidad de que la especie humana está compuesta de dos sexos y el rol asignado en la sociedad pone su énfasis en ello. En sí, el problema no se encuentra en el sexo biológico, sino en el género. Con base en el sexo, el sistema patriarcal establece una estructura jerarquizada en la que las mujeres son reprimidas y el género es un punto clave dentro de esta opresión. De esta manera, no se considera el género como una elección y mucho menos como una elección flexible, sino como una herramienta de opresión.
Si no se reconoce el género como una identidad flexible, resulta complicado ubicar a las personas trans como lo piden. En vez de considerar que se sufre de una doble opresión (por trans y por mujer), hay quienes consideran que se trata de hombres que renuncian a sus privilegios. Lo peligroso es olvidar que la lucha contra el sistema patriarcal no se trata simplemente de “hombres contra mujeres”, sino, contra una ideología bien estructurada.
Finalmente, el punto en el que divergen ambas teorías también es el mismo en el que convergen. La violencia hacia las mujeres transgénero existe por lo que hoy significa ser mujer. Es incluso por lo que se habla más de la violencia hacia personas transgénero que deciden identificarse como mujeres, que aquellas que deciden identificarse como hombres. Si el género no fuese una fuente de violencia, no habría un cambio en el grado de vulnerabilidad de una persona al momento de elegir su identidad de género.
Por otro lado, negar en su totalidad la identidad de una persona también puede convertirse en una trampa patriarcal para reforzar el género. Existe una diferencia entre definir a la mujer como sujeto político y valorarla por sus genitales.
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¿Cómo se ve un mundo sin género?
Vislumbrar un mundo en el que la identidad de género haya sido abolida resulta casi imposible. No obstante, también es difícil anticipar una forma completamente libre de actuar y relacionarnos, sin que nuestra elección de identidad cargue consigo otro tipo de consecuencias. Pero en la realidad actual las interacciones sociales se desarrollan en un contexto de género binario, que no se puede ubicar en el futuro sin cuestionarse en su contexto presente.
Al día de hoy, el género es opresión; el género no es flexible, porque cuando se procura su elección libre, se refuerza como herramienta opresión. La muerte de Elizabeth Montaño demuestra que el sistema actual no reconoce el valor intrínseco que viene con todos los seres humanos; tampoco sus aportaciones a la sociedad, ni siquiera la productividad, si estás del lado del género equivocado, sea elegido o asignado.