Uziel Medina
Hablar del Sistema Político Mexicano es hablar, sí o sí, del corporativismo. No se puede entender al sistema sin la estructura concebida por el nacionalismo revolucionario que dio vida al priísmo. Fue en el gobierno de Lázaro Cárdenas que se instituyó una mega-estructura de control político sectorial a partir de la alineación de sectores sociales a la dirección política del entonces Partido de la Revolución Mexicana (PRM)
La estructura creada entre los gobiernos de Cárdenas del Río y Ávila Camacho se mantuvo como el brazo fuerte del sistema por excelencia hasta la alternancia en las elecciones del año 2000 y con el arribo de la 4T se ha comenzado a gestar su reconfiguración. Este pacto corporativo fue el instrumento del régimen con el que se propició la colaboración estrecha entre los sectores sociales a fin de llevar al país hacia la ruta de la industrialización y el crecimiento sostenido.
Así como el PNR fue el mecanismo para neutralizar los choques entre caudillos y arrancar con la institucionalización de la Revolución (concepto ampliamente cuestionado), el corporativismo sirvió para alinear a las masas organizadas al cuerpo programático del partido hegemónico. De esto modo surgieron tres pilares de organización sectorial que se convirtieron en los templos obligados del ritualismo priísta que son la CNC (campesino), la CTM (obrero) y la CNOP (popular). De manera paralela y no necesariamente ligado a la base del priato, surgió una corriente corporativa en el sector empresarial, figurando especialmente la CONCAMIN y la CANACINTRA.
La llegada de la Cuarta Transformación provocó un sismo en el sindicalismo mexicano sacudiendo las estructuras del corporativismo, prueba de ello fue la desbandada de miembros de la CTM hacia la CATEM, una organización que bajo el liderazgo de Pedro Haces ha venido a conformar la base de Fuerza Social por México, uno de los nuevos partidos en formación esperando registro para las elecciones 2021. Además de esta organización, otras 54 organizaciones sindicales se lograron conformar y destacan Sindicato Nacional Auténtico y Democrático de Trabajadores del ISSSTE, el Sindicato de Petroleros de México y el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social.
Así como la Cuarta Transformación ha provocado agitaciones al interior de los bastiones gremiales del priísmo, también el empresariado ha sufrido fuertes reacomodos en la correlación con el poder político. Cuando López Obrador llegó a Palacio Nacional, se formaron dos importantes frentes empresariales, uno alineado al Presidente y otro abiertamente en la oposición. En el frente opositor se destaca la COPARMEX dirigida por Gustavo de Hoyos, quien presumiblemente estaría analizando la posibilidad de buscar la candidatura blanquiazul para 2024; en medio de la pandemia, a la confrontación se sumó la cabeza del CCE, Carlos Salazar Lomelín como consecuencia de las negativas de AMLO para apoyar empresas tras el golpe económico de la Covid-19.
En el frente que se ha alineado con Obrador están, naturalmente, los miembros de su Consejo Asesor Empresarial, figurando Ricardo Salinas Pliego (Grupo Salinas), Olegario Vázquez Aldir (Grupo Empresarial Ángeles), Carlos Hank González (Grupo Financiero Banorte), Bernardo Gómez (Televisa), Daniel Chávez Morán (Vidanta), Miguel Rincón Arredondo (Bio Pappel), Sergio Gutiérrez Muguerza (Grupo Deacero) y Miguel Alemán Magnani (GALEM).
Justo después del choque entre López Obrador y Salazar Lomelín por la negativa de estímulos a las empresas como consecuencia de la pandemia y contra todo pronóstico de la oposición, a la propuesta de Plan de Reactivación Económica del Presidente se sumó el famoso Grupo Ciudad de México conformado por Carlos Slim (CARSO), Germán Larrea (Grupo México) y Alberto Baillères (Grupo Ball).
Con la visita a Washington, nuevamente fuera de todo pronóstico de la oposición, AMLO logró una considerable victoria geopolítica al encontrarse con Donald Trump, pronunciar en los límites de la corrección política un discurso reivindicatorio de la mexicanidad en suelo estadounidense y, no menos importante, sostuvo un encuentro con empresarios de México y Estados Unidos en el que tanto en el Presidente de estadounidense y los empresarios presentes se deshicieron en elogios al mandatario mexicano.
El encuentro bilateral en el marco de la activación del T-MEC tiene implicaciones multidimensionales, tanto en el marco de la integración regional de América del Norte (y que podría alcanzar hasta los límites de Centroamérica), el plano electoral de Estados Unidos (2020) y México (2021), pero también en la estructura del neocorporativismo del sistema político mexicano de la 4T.
Mientras algunas fichas del empresariado mexicano han arremetido contra el tabasqueño, éste ha sabido cambiar las reglas del juego político-empresarial, construyendo, muy bajita la mano, un nuevo corporativismo empresarial donde ya no son los dueños del capital quienes ponen las condiciones para la política, sino la política la que le pone condiciones a las aspiraciones del capital.
La histórica visita a Washington donde fueron exaltados Juárez y Lincoln no solamente se mandó un mensaje de fortalecimiento en la relación bilateral, sino que se fijaron requisitos de admisión a la fiesta geopolítica de la Cuarta Transformación, fiesta en la que por cierto se hicieron presentes los shark tankers Patricia Armendariz (Financiera Sustentable), quien ocupó el papel de reportera especial del encuentro con empresarios, Carlos Bremer (Grupo Financiero Value), y el tiburón mayor de América Móvil, Carlos Slim; un muy fuerte golpe simbólico a la “mentalidad de tiburón” que pulula entre las huestes opositoras de FRENAAA y que se han presumido como clase empresarial aunque en realidad la mayoría se encuentran en la clase media.
Definitivamente, en la 4T el poder económico y el político no están separados; nunca lo han estado y nunca lo estarán, siempre caminan de la mano, sin embargo, por mucho tiempo el poder económico sometió al poder político. En el tiempo del nuevo presidencialismo omniabarcante el Ejecutivo Federal ha determinado las reglas no escritas del juego.
AMLO se ha anotado varias victorias geopolíticas en menos de dos años, la visita a Washington podría ser la más importante. Si el resultado del T-MEC es tan favorable como lo fue el encuentro personal con Trump, no solamente será recordado por los elogios pragmáticos de El Aprendiz de la Casa Blanca, sino por la reconfiguración de un sistema tan convulsionado como la propia reorganización del mundo frente a la Covid-19, donde el nuevo corporativismo empresarial de Obrador podría convertirse en un importante amortiguador de los tumultos económicos internos y externos, tal como el corporativismo Cardenista se convirtió en el amortiguador de las agitaciones sociales.