La política es y debe hacerse para el pueblo. En otros conceptos y acepciones, así es como se visualiza en la bibliografía que nos ilustra sobre ella. Luego, ya en la práctica, ésta se visualiza en grandes salones u oficinas llenas de simbolismos, donde egos que las llenan buscan satisfacer sus necesidad más primigenias.
Pero del dicho al hecho hay un trecho inmenso. A veces, intransitable. Sin embargo, ya en la práctica todo cambia. La política real no tiene ese glamour que muchos nos han hecho ver de ella. Tampoco esos cánones ni estética de belleza que se refuerzan tantas veces en redes sociales.
Entonces, ¿qué es la política? Hace unos días, dos jóvenes, Ariana Bahena y Omar García, lanzaron una iniciativa ciudadana. Su objetivo, llevar a juicio a expresidentes de México involucrados en actos de corrupción. Su “amarre” político no se hizo en una gran oficina ni en secreto. Fue tan solo un anuncio en redes que se replicó en millones de casas de México. Así, millones de mexicanos se vieron, de pronto, involucrados en el quehacer de la política.
Sin duda, este ha sido un hecho sin precedentes en México. La sociedad, ya no solo la que está en alguna Organización Civil con un título notarial se organizó. Por primera vez vimos a una Sociedad Civil organizada. Entregada a una causa y dispuesta a levantar la voz con la certeza que esta encontrará eco.
Para muchos hoy la idea de la política es distinta. Se ha dejado ese glamour de lado. La tierra vuelve a sentir los pasos de jóvenes que quieren un cambio pero no de discurso. El cambio tiene que ser pragmático y palpable.
Hoy, esos dos jóvenes y unos más que poco a poco se unen a las filas de una militancia auténtica, vuelven a gritar la esencia de la política. La que escucha a la gente y se pone de su lado. Pero no solo eso. También, la que busca enfrentarse con esas instituciones arcaicas y que dejaron de funcionar hace muchos años. De paso, jubilar esas ideas y a sus voceros, que nos querían hacer creer que la búsqueda de una equidad era una utopía que solo los rampantes socialistas y comunistas peligrosos persiguen y perseguían.
No. Esa búsqueda de igualdad. De justicia. De libertad. No se basa en una amenaza para los de arriba ni los de abajo. Se basa en un diálogo en el que se privilegie la democracia y, de paso, esas voces que estuvieron afónicas en sexenios pasados, encuentren ecos.
Las firmas son lo de menos. Lo que vale es la participación ciudadana. La demostración de un pensamiento horizontal-transversal que se multiplicó en dos o tres generaciones. Firmas que no tuvieron más etiqueta y destinatario que la búsqueda de una justicia que debe emanar desde las filas de una sociedad que hoy sí parece estar organizada.