Valeria Luiselli, escritora mexicana, se ha convertido en la mejor vocera de los migrantes. Desde una trinchera literaria, sin hablar propiamente de migración, la autora pone marcaje personal sobre los niños que llegan solos a Estados Unidos.
Los describe desde la historia de una madre que ya espera a sus hijas en Nueva York. Una que puede ser la de los 545 que fueron separados de sus padres gracias a la administración de Donald Trump.
Pero antes de eso, un documentalista sonoro y una documentóloga, se embarcan en un viaje desde la Costa Este de Estados Unidos hasta el inhóspito y semipoblado desierto fronterizo. Ese que guarda historias de vida, muerte, pero también de éxito enmarcadas en el cliché del Sueño Americano.
Luiselli, con descripciones que nos hacen escuchar ecos de miles de migrantes que mueren al año intentando cruzar la frontera México-Estados Unidos, también nos lleva a escuchar los de dos almas que han decidido tomar rumbos distintos. Sin saberlo, ellos también dejarán un par de cruces en la arena desértica.
La narrativa migrante, muy propia de una escritora que ha echado raíces en Estados Unidos, propone un análisis antropológico y semántico, pero también estructural, sobre las distintas migraciones que uno vive a diario. Dejar un departamento. Abandonar un proyecto. Comenzar otro. Migrar de amor. Migrar de nación.
Desierto Sonoro enmarca el retrato de un continente que se ha convertido en una mezcolanza de sinsabores. Pero también de esa ilusión que viaja en una bestia. En contraparte, la certeza de saber que todo está perdido y se busca un refugio al menos en el imaginario colectivo de haber intentado salvarlo.
La relación entre las diferentes voces guarda un sentido común intacto. Entre ellas el diálogo es continuo. Desde los diferentes escenarios lanzan líneas que se entrelazan en un realismo que, además de mágico, es real. Luiselli ha dejado en claro que la nueva narrativa hispanoamericana debe integrar política de una forma explícita, pero que guarde ese misticismo para una interpretación personalísima.
Desierto Sonoro es, pues, ese libro que nos ayuda a entender una política migratoria xenófoba. Una realidad paupérrima que ronda no solo a países centroamericanos, sino también a México. De paso, nos da pequeños tips sobre cómo irse desprendiendo-despidiendo de aquello que no nos permite echar raíces conjuntas.