La edad, pocas veces es amable con alguien

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Esa mañana me desperté con una energía que hacía mucho tiempo no tenía. Era un día de esos que al despertar, quieres saltar de la cama y respirar el olor del amanecer. Me vestí para salir a correr y sin más, empecé a caminar con destino hacia el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de Mexico. Durante los metros que caminaba, iba observando un sinfín de corredores, mientras yo, iba disfrutando de la vista y del aroma fresco de esa mañana de otoño. A los pocos metros de haber iniciado mi trayecto, me topé con un grupo de jóvenes que corrian en equipo y cantaban en el trayecto. Fue tanta la energía que irradiaban, que presurosa me sumé al final del contigente para contagiarme de su fuerza y de su ritmo.

Iba a una distancia que me permitía observar a la mayoria de ellos. Entonces empezaron mis reflexiones. Inicié pensando, qué pasaría si en mi niñez y adolescencia hubiera destinado más tiempo al ejercicio. Si a falta de talento la perseverancia hubiera hecho de las suyas y quizá hasta en un equipo representativo de la escuela habría estado mi nombre. Seguí con mis pensamientos y me centré en lo intangible. En lo que me habia atraído del grupo. La felicidad. Esa, la que todos buscamos, la que nos da esa sensación de bienestar, la que con poco en la mano pero es todo en nuestro corazón. Pocas veces nos detenemos a pensar en ello. ¡Pero, en qué se detienen las personas cuando se trata de satisfactores!

Seguía corriendo y ellos trotando. Si, efectivamente, trataba de mantener el ritmo que ellos llevaban e intentaba que mis zancadas fueran más rápidas aunque mi respiración estaba más agitada. Pero iba contenta de continuar aun, en el contigente.

Estos jóvenes, que por su apariencia eran universitarios, me habian recordado cuando sin un peso en la bolsa, caminaba hacia la escuela y era feliz.

Podía percibir su respiración y sus pasos presurosos, mientras pensaba que muchos, quizá de su edad, con la pandemia, habían ya renunciado a la escuela. Este, es sin duda, uno de los más tristes problemas que tenemos en la sociedad, el abandono de las aulas por parte de miles de estudiantes.

Podemos citar varias causas, pero quizá uno de los factores más significativos en estos meses, es el de la motivación, ¿Cómo alentar, impulsar todos los días a un joven a estudiar, en tiempos de confinamiento? Cuando los adolescentes constantemente buscan movilidad en todas sus variantes.

Aunque lo único que veía mientras corría era esfuerzo, no dejé de traer a mi mente cifras desalentadoras, tristemente muchos jóvenes ya no regresarán aun, con clases presenciales.

Según datos de SEP, se estima que tres millones de estudiantes en el ciclo 2020-2021 ya habian abandonado sus estudios.y que no regresarán, con o sin clases presenciales. Habrá que revisar los datos del https://www.mx.undp.org/ que proyectan que más de 700 mil alumnos egresados de secundaria no ingresarán al bachillerato y con ello concluir al menos, su educación básica.

Los privilegiados que continúan su trayectoria escolar tendrán que saldar, a su regreso a las aulas, el espacio perdido por las limitaciones de la educación a distancia.

Yo queria detener al contingente y preguntarles si estudiaban, si eran de los afortunados, pero ya no pude. Porque poco a poco, ellos se iban separando de mis pasos más lentos. Los vi alejarse y tuve que regresar a mi propio ritmo.

¡Cuántas reflexiones te motivan a pensar cuando ves a personas que se cuidan!. Con esa idea me quedé. Seguirme cuidando y conservar lo importante, aquello que no se ve pero se siente en el alma y en nuestro cuerpo. Ser feliz con lo que tenemos: Nuestra vida.

 

Las de chile seco

Mi perfil de facebook parece ya un obituario. “Me entristece”.