Ya en la resaca electoral vale la pena entrarle a varios debates que hoy más que nunca son necesarios. El día de la elección mientras pasaba por un par de casillas en una zona de clase media alta (tirándole a alta) mi primera reacción fue: hay mucha gente votando. A pesar de la pandemia por Covid-19 la ciudadanía estaba haciendo filas para emitir su voto.
Mi primer pensamiento fue: ¿están votando convencidos de la propuesta que en unos minutos tendrán frente a ellos o será solo una manera de manifestarse contra el gobierno que actualmente tienen? En un primer ejercicio hipotético asumí que esos votantes son de los que salen a votar cuando «realmente están hartos». Esos que en 2018 hicieron de Andrés Manuel López Obrador el presidente más votado en la historia política de México. ¿Algo se había roto?
Al ver los resultados y analizándolos un poco con los demográficos de los votantes la hipótesis se confirmó: la clase media, media alta y alta salió a votar. En ese momento mi interrogante fue otra: ¿votaron para castigar o votaron porque la coalición que unió PRI, PAN y PRD les ofreció una gran alternativa de gobierno?
El movimiento anti-AMLO, anti Morena y anti gobierno 4T basado en una crítica por demás ideológica surtió efecto. Queda claro que hay un tramo por recorrer y gran parte de él tiene que ser pavimentado a prueba de todo.
Así, miles de sufragios fueron para una coalición en la que se sintió el reciclaje de candidatos. También se sintió la falta de propuestas. Lo que imperó fue el enojo de una parte de la población por un nuevo modus operandi y vivendi del gobierno. A muchos de esos nóveles votantes no les importó que el candidato de la alianza era un persona de «izquierda moderada» o un tricolor con acusaciones de peculado o alguna falta a la moral pública. Entonces, ¿por quién votaron? Muchos de ellos ni siquiera saben.
La realidad es que a nivel de comunicación política los nombres de los entonces candidatos se mimetizaron y perdieron con el de la coalición. Eran tantos colores y tantos partidos que ya no importaba nombre, apellido o reputación.
El voto no fue útil sino de castigo. Ante ese escenario hay dos actos siguientes. El primero será para el partido en el gobierno analizar errores, renovar cuadros y profesionalizar sus procesos. El segundo será ver si en realidad los «partidos de oposición» se dedicarán a gobernar o solamente ser esa oposición que señala los errores pero nunca apunta soluciones. También habrá que ver si en las cámara locales y en San Lázaro los nuevos legisladores multicolor logran dejar de lado sus ideologías e intereses de agenda y económicos para trabajar en favor de México.
Al tiempo.