Lo que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador estaba fuera del guion de cualquier político tradicional. Llegó y se plantó a hablar de paz. De felicidad. De bienestar. De temas que no tenían que ver con estados financieros. Mucho menos de esquemas financieros para apoyar a los más pobres. Fue un poco más allá.
Fraternidad para el bienestar. No como un discurso propagandístico, sino como una fórmula funcional.
López Obrador ha sido criticado por su forma de hacer e implementar la política. Él busca regresar, al menos un siglo, pero no en una forma de retroceso programático, sino para atender, como lo ha dicho, las causas de la pobreza y la desigualdad. Además de proponer que en Centroamérica se repliquen los programas Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida y así frenar la migración y que ésta sea opcional y no forzada, lanzó una diatriba ambiciosa que involucrará a los agentes económicos privados.
Para el presidente de México es una obligación centrarse en el combate a la pobreza y hacer justicia. Sobre todo, para aquellos que ganan menos de dos dólares al día. Para lograrlo, dijo, propondrá la implementación del Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar. No es un pan romántico no utópico. Dejó en claro que los recursos deberán proceder de tres fuentes: 1) Contribución voluntaria anual de 4% de las fortunas de las mil personas más ricas del planeta; 2) Contribución anual voluntaria anual de 4% de las mil corporaciones más importantes; 3) Contribución del 0.2% del PIB de cada país integrante del G-20.
Sumados esos recursos conformarían un fondo que amasaría cerca de 1 billón de dólares. Eso se acompañará de un censo de los más pobres y que puedan acceder a pensiones para adultos mayores, becas para estudiantes y medicamentos gratuitos.
La retórica de López Obrador fue directa. No hubo titubeos y sus contrapartes, sentados en la mesa del Consejo de Seguridad cuya presidencia durante noviembre será de México, coincidieron con él. Hay necesidad de combatir la pobreza en el pragmatismo y no solo en la teoría.
Aunque muchos deseaban y auguraban un fracaso la participación del presidente de México en la Organización de las Naciones Unidas, sucedió lo contrario. Ahora, tendría que venir un largo debate en el que se involucre la Iniciativa Privada, así como las economías más poderosas y decidan sumarse y abonar a que un plan que podría cambiar la vida de 689 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día.
Si a quienes hablan de combate a la pobreza en verdad les interesa el tema ahora podrán encontrar un plan con directrices claras. También, deberá encontrar una interlocución con gobiernos que llevan años combatiéndola, al menos en papel.